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EL PARADIGMA TECNOLÓGICO EN LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA
Terán, B.1 1UCLA, Venezuela
Correo: [email protected]
PALABRAS CLAVE
Investigación – paradigma – tecnología - educación
RESUMEN
Este es un ensayo producto de un estudio documental enmarcado en el paradigma cualitativo y presentado a través de una metodología hermenéutica. Su objetivo se centra en analizar la importancia del elemento paradigmático tecnológico específicamente en el campo educativo contemporáneo, es decir, en la época actual.Atendiendo a este propósito se asume una postura subjetiva al realizar y presentar la investigación. En tal sentido, se analiza la información provista por la fuente documental y se interpreta la misma. Se concluye que la postura paradigmática asumida por el ser humano le indica como acercarse a lo que desee conocer. Ningún paradigma sustituye realmente a otro, simplemente ocurre un proceso de complementariedad que permite la subsistencia de diferentes posturas o formas de ver la realidad. Las épocas, moderna y posmoderna representan paradigmas complementarios. El paradigma tecnológico surge como resultado del entretejido de los diferentes elementos originados en la modernidad. El elemento tecnológico forma parte de nuestras vidas y actualmente su presencia y alcance en el desarrollo de la educación contemporánea es cada día mayor.
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INTRODUCCIÓN
Si bien es cierto que tal como lo
indica Kuhn (1995) un paradigma es
una especie de guía o modelo digno
de ser adoptado, sobre todo en
momentos en que la ciencia entra en
crisis y nos obliga a cambiar nuestra
forma de ver el mundo; también es
cierto que los diferentes períodos
históricos por los que ha pasado el
ser humano conforman contextos
llenos de aspectos que pudieran
también caracterizarse como
paradigmáticos. Así, las épocas de la
historia con sus matices particulares
se convierten en modelos o visiones
del mundo.
Encontramos entonces que cada
era se diferencia de otra, no
solamente por su ubicación en el
tiempo, sino también por la forma
particular en la que el hombre realiza
su proceso evolutivo. En este
sentido, aspectos como la
adquisición del conocimiento, la
forma de hacer ciencia, el uso de la
tecnología, y los valores, entre otros
aspectos importantes, revelan una
forma de ver y llevar la vida asumida
por el ser humano.
A través de los paradigmas, el
individuo manifiesta un cambio en su
conocimiento, formación, actitud y
hasta en su forma de ser. Por medio
de los paradigmas nacientes el
hombre muestra una superación de
situaciones anteriores vividas, por lo
que se puede decir que no existen
modelos paradigmáticos buenos o
malos, superiores o inferiores, sino
simplemente, complementos unos
de otros.
El ser humano en su constante
evolución del pensamiento ha
visualizado el mundo y su “realidad”
desde múltiples perspectivas; el
paso de un sistema de pensamiento
a otro ha generado grandes
controversias y discrepancias que
han afectado significativamente
todas las áreas donde el hombre se
desenvuelve. En este punto nos
topamos con tres visiones del mundo
que bien pudieran caracterizase
como paradigmáticas y que
actualmente conformarían una
especie de conjunto complejo lleno
de complementariedades. Tales
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visiones de la realidad son la
moderna, la posmoderna y la
tecnológica.
La visión moderna del mundo o
Modernidad, nace como respuesta a
una época antigua en crisis llena de
oscuridad, dogmas y situaciones
donde el hombre se abandonaba a la
suerte de un Dios omnipotente que
todo lo podía, todo lo sabía y todo lo
veía. La salida de la oscuridad lleva
al hombre a centrarse más en él y en
su sociedad. Esto a su vez promueve
en el ser humano la búsqueda de
una libertad que le permitiera adquirir
autonomía moral y religiosa. Así, el
individuo se vuelve más humanista y
menos creyente porque apuesta por
lo humano y abandona lo divino
(Lipovetsky, 2006).
Catalogada como la era de la
razón (Cuesta Ávila, 2003), en la
modernidad surgen importantes
inventos como la máquina de vapor.
Se moderniza a la sociedad a través
de la revolución industrial y el
capitalismo. Lo antiguo se vuelve
moderno a través de las invenciones
racionales del hombre quien
descubre que puede hacer cosas por
sí mismo, sin la ayuda divina, sólo
con la ayuda de la razón y el
conocimiento sistemático y
ordenado. Así, el saber moderno se
ve prácticamente dirigido por la
búsqueda metódica, cuadrada y
marcada por un método que se
suponía aplicable en todo. Los
científicos de la época moderna
como Bacon, Comte, Voltaire, entre
otros, imponen el paradigma
cuantitativo cuyo fiel representante
es el método científico.
Se genera un “intelectual
moderno”, un individuo aislado, solo y
separado de los demás, gobernado
por un pensamiento definitivamente
lógico –matemático. Un hombre
quien, según Martínez (2012):
Por más esfuerzos que haga por negarlo, vive un mundo de vida moderno, le resulta muy duro desprenderse de la regla epistémica individuo y situarse en la regla relación para elaborar sus conceptos…Es un "práxico" de las cosas, no de los valores, de las vivencias, de las relaciones… su praxis consiste, desde el principio, en ordenar, calcular, distribuir, sumar, restar, etc. (p. 233).
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Ese “intelectual moderno” es la
misma “persona mayor” que refiere
De Saint-Exupéry (2010, p.15), a
quien le gustan las cifras por lo que
“cuando se les habla de un nuevo
amigo, jamás preguntan sobre lo
esencial del mismo… ¿Qué tono
tiene su voz? ¿Qué juegos
prefiere?... Pero en cambio
preguntan: ¿Qué edad tiene?...
¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su
padre?” Así, vemos como a partir de
datos cuantitativos pareciéramos
estar más seguros de conocer a
alguien, que a partir de
características cualitativas.
En la era moderna el hombre
observa el mundo desde la
racionalidad; el conocimiento y la
civilización en su evolución histórico-
temporal ocupan sus inquietudes. En
diversos aspectos de nuestras vidas
se nota una gran inflexibilidad propia
de la era moderna. Así, en el ámbito
educativo, por estar más involucrado
directamente con la obtención del
conocimiento, podemos ver un
fortalecimiento de la rigidez
académica. El docente ejerce el rol
del dueño de la razón y el
conocimiento marca las diferencias
entre los aprendices, seres todos
racionales dominados por un
pensamiento único.
La moderna es la era de las
verdades absolutas y de los avances
científicos y tecnológicos, asuntos
que marcan fuertemente el
desarrollo del pensamiento
científico. Pese a todo esto, cabe
aquí la famosa expresión de Mario
Benedetti “cuando creíamos que
sabíamos todas las respuestas, de
pronto nos cambiaron las
preguntas”. En hombre, siempre
curioso y ávido de conocimiento
comienza a adentrarse en
situaciones distintas que resultan en
una nueva crisis producida por la
insatisfacción, y que lleva a
reorientar los procesos científicos a
través de la adopción de un nuevo
paradigma.
Se origina así, un nuevo
descontento al tratar, y no poder
encajar toda nuestra realidad dentro
de un mismo método cuantitativo
que no cumple con las expectativas
planteadas. De esta manera,
“emergen, entre otras cosas, nuevos
métodos, nuevos problemas y
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nuevas reglas de resolución de
éstos”, en otras palabras, florece una
revolución científica (Jaramillo y
otros, 1997, p. 23). Así, el hombre
rompe los prototipos de la época
moderna; nace la Posmodernidad y
con ella una nueva visión de un
mundo menos mecanicista y más
flexible.
La era postmoderna se
caracteriza por una fuerte decepción
del hombre ante las verdades
modernas; es la era de la ruptura del
pensamiento lineal del hombre, del
colapso de las grandes
metanarrativas y de la noción de
historia como una sola verdad; es la
era de la pérdida de los valores
absolutos, de los relatos periféricos y
de las múltiples voces que
incorporan la sensibilidad y el
sentimiento.
Se da más crédito a lo individual,
lo particular, inevitablemente
relacionado con la subjetividad
humana; estos es, lo “influido por el
juicio humano”. Conforme a ello,
todos los métodos y medidas tanto
cualitativos como cuantitativos, son
subjetivos” y no únicamente los
cualitativos, no se debe olvidar que
es el hombre con sus emociones y
creencias subjetivas, quien ejerce la
acción de investigar (Medina, 2001,
p.4).
En el plano de la educación, el
pensamiento postmoderno se
observa en la voz del estudiante que
lleva a la descolocación de los
centros de poder en el aula; los
relatos fragmentados de cada
individuo conforman una nueva
visión de la realidad. Es la era de la
toma de palabra por parte de las
minorías que en realidad siempre
fueron mayoría. La relación docente-
alumno se vislumbra hacia el diálogo
y la participación consensuada. En lo
que atañe a la investigación, se abre
camino la investigación cualitativa en
atención a la multiplicidad de nuevos
relatos que no consiguen explicación
desde los métodos cuantitativos.
Dentro de la propia
posmodernidad ocurre además lo
que conocemos como
hipermodernidad que según
Lipovetsky (2006) es una especie de
regreso radical a la modernidad con
unos nuevos elementos: la moda, los
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medios de comunicación masiva y el
consumismo. El hombre comienza a
pensar más en él, en su imagen, su
cuerpo, y cómo lograr su propio
bienestar.
En esta concepción individualista
y separadora de la vida, asumida en
un empeño por no abandonar la
modernidad, sino más bien regresar
a ella con más fuerza, el ser humano
se aprovecha de los métodos
rigurosos implantados desde la
modernidad para llegar al
conocimiento. Así, al tratar de
radicalizar la modernidad dentro de
la época posmoderna, el hombre
comienza un desarrollo aún más
acelerado de su creatividad y la pone
al servicio de la invención
tecnológica.
La tecnología termina superando
a la razón y a la ciencia por lo que lo
funcional se vuelve más importante.
Este paso hacia lo pragmático
permite al hombre tratar de buscar el
conocimiento de una forma distinta a
la establecida. Los medios de
comunicación como la televisión y el
internet se convierten en los más
importantes promotores de todo lo
que existe. Otra vez, se rompen
paradigmas permitiendo el
surgimiento de una nueva época
caracterizada por innovaciones de la
tecnología.
DESARROLLO
La nueva era tecnológica
comienza escribiendo nuevas
maneras de ver la realidad, así, se
termina confundiendo libertad,
comodidad, calidad de vida con
adquisición de productos creados
para satisfacer necesidades ficticias
inventadas por los medios y
apresuradas por el avance
tecnológico. Se recrea un tipo de
individuo marcado por el consumo
excesivo, la dinámica de un mundo
acelerado y tecnologizado, donde el
poder y la riqueza se han convertido
en los nuevos dioses del hombre.
Así, los estilos de vida son al
extremo individuales y el
consumismo y la tecnología marcan
la pauta.
La creación tecnológica
imparable da paso al nacimiento del
paradigma tecnológico. Éste último,
conformado por saberes y prácticas
que buscan suplantar a la naturaleza
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y crear una especie de mundo
artificial que satisfaga al hombre en
todas sus necesidades. De esta
forma, el paradigma tecnológico es
definido como:
Conocimientos y técnicas que permiten un determinado dominio del medio natural y de desarrollo material del sistema cultural en su conjunto. La plataforma tecnológica así concebida es, de hecho, una segunda naturaleza. Es lo que permite al hombre transformar físicamente el mundo natural y, por lo tanto, no sólo subsistir, sino progresar como especie (Instituto de Estudios Ambientales-IDEA, 2013).
Hoy en día buscar la información
deseada en un sitio web provisto por
internet se ha convertido en algo
natural. Herramientas tecnológicas
como “el celular y las redes Wi Fi han
transformado radicalmente las
comunicaciones y el acceso a la
información”. Los datos que antes
ubicábamos en las famosas “páginas
amarillas”, actualmente los podemos
no sólo encontrar, sino también
descargar en nuestro computador o
teléfono, para luego imprimirlos (Lira
Olmo, 2008, p.1).
La tecnología se convierte en uno
de los elementos que diferencian al
ser humano de los demás seres
vivos. Es el componente
paradigmático más avasallante del
mundo contemporáneo. Toca una
serie de aspectos cruciales en la vida
del ser humano, tales como el campo
comunicacional, social y emocional,
el económico financiero y el
educativo, entre otros.
El uso de la tecnología se ha
vuelto tan común que la mayoría de
nuestras transacciones comerciales
y bancarias las podemos hacer
mediante cajeros automáticos,
puntos de venta y la banca
electrónica. Numerosas actividades
de índole educativa como procesos
de inscripción en cursos didácticos,
clases virtuales, descarga de
contenidos programáticos también
se realizan utilizando las tecnologías
actuales de comunicación. Incluso,
podemos reflejar nuestros
sentimientos y emociones mediante
símbolos y emoticones provistos por
la propia tecnología.
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Nos adentramos así a un nuevo
paradigma, el tecnológico, que
implica el uso de la tecnología como
un modo de vida. La tecnología nos
aporta todo lo que necesitamos del
día a día: nos levanta cada mañana
con la alarma del celular o la tv, nos
calienta el desayuno en instantes a
través del horno microondas, nos
avisa en qué momento está listo el
café con la cafetera inteligente, nos
da las noticias más actualizadas a
través de la prensa digital, nos
saluda y da la clase del día con las
plataformas virtuales para la
enseñanza.
Atendiendo a lo señalado
anteriormente, y sin pretender
desmerecer el valor de cada uno de
los diferentes ámbitos en los que se
desarrolla el ser humano a través del
uso de la tecnología, en este ensayo
se hace especial referencia al área
educativa. En tal sentido, el
propósito de este estudio se centra
en analizar la importancia del
elemento paradigmático tecnológico
específicamente en el campo
educativo contemporáneo, es decir,
en la época actual.
Precisamente, nuestra nueva
modernidad, heredada de la
complementariedad moderna y
posmoderna, nos deja un hombre
cuya confianza le permite atreverse
a desarrollar una serie de
potencialidades e inventivas que
parecían estar dormidas en épocas
anteriores. Esta nueva era más
globalizada y tecnológica nos
proporciona recursos inmediatos
sobre todo desde el punto de vista
comunicacional; y así, no sólo
acorta las distancias sino que
además permite a todos, estar
informados de lo que sea y en
cualquier momento.
En lo educativo, nuestra nueva
visión de la realidad revela una
tendencia a la incorporación de los
medios tecnológicos en el ejercicio
docente y en la administración de
cursos en pre y postgrado; de modo
que la educación ha de caminar al
ritmo de los avances tecnológicos de
la sociedad para dar respuesta a los
intereses del individuo
contemporáneo.
El hecho evidente de que el
contexto tecnológico nos envuelve,
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termina forzando a todo docente a
utilizar la herramienta tecnológica en
algún momento de su accionar. Aun
siendo excelentes educadores con
una gran preparación, aquellos que
se resistan a asumir el cambio de
paradigma, no sólo quedarán atrás,
sino que además terminan siendo
señalados en algunos casos y de
forma indiscriminada y cruel como
mediocres, incapaces, anticuados y
principalmente aburridos.
“En la era de lo espectacular de lo
verdadero y lo falso, lo bello y lo feo,
lo real y la ilusión, el sentido y el
sinsentido”; esto es, la era de las
complementariedades, se crea todo
un fenómeno de apatía
especialmente evidente en la
enseñanza. Así, encontramos
salones de clase con estudiantes
fastidiados y docentes sin mando ni
reputación con un discurso nivelado
al de los medios de comunicación
masiva (Lipovetsky, 1988, p. 38). De
allí, la necesidad de innovar siempre,
y a costa de todo.
Junto con la innovación viene
también la sustitución. Así, el
tradicional pizarrón, e incluso el
profesor experto dador de clase son
sustituidos total o parcialmente por
las computadoras, el internet, y las
plataformas virtuales para la
enseñanza. Los avances
tecnológicos se convierten en punta
de lanza y mientras más
tecnologizada esté la enseñanza,
más novedosa y afín resulta para el
estudiante, sobre todo si éste desde
su nacimiento o niñez han estado
involucrado muy de cerca con la
tecnología convirtiéndose así en
nativo digital.
Precisamente, la innovación en
todo ámbito y muy especialmente en
el campo de la educación, se ve
sujeta a la tecnología. Actualmente,
la mayoría de las universidades del
país y del mundo asumen nuevas
modalidades de enseñanza que
involucran el aprendizaje
completamente a distancia y el
aprendizaje semipresencial. En
ambos casos el uso de la
herramienta tecnológica es vital. La
famosa plataforma Moodle, por
ejemplo, permite “básicamente subir
contenidos educativos (apuntes,
imágenes, videos,
presentaciones,…), facilitar la
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comunicación con nuestros alumnos
y entre ellos y por último gestionar la
evaluación de sus tareas de
aprendizaje” (Ros, 2008, p. 2). Por
su parte, otras plataformas como el
WiZiq y el Blackboard Collaborate,
proveen de espacios virtuales
totalmente diseñados para la
realización de conferencias y clases
tanto en vivo como grabadas.
Más específicamente, en la
modalidad de aprendizaje a
distancia, ésta implica el uso de la
herramienta tecnológica para llevar a
cabo los cursos de pre y posgrado de
manera no presencial donde el
estudiante es el único responsable
de su aprendizaje. En el caso de la
modalidad semipresencial, ésta
implica una situación de aprendizaje
que combina las clases presenciales
con las clases a distancia, donde el
docente, en algunos casos editor del
curso virtual, juega un papel de tutor,
más que dador de conocimiento; y el
alumno comparte de alguna forma la
responsabilidad del aprendizaje con
ese tutor (Bartolomé, 2004).
Incluso en la modalidad de
aprendizaje netamente presencial, el
uso del computador y el proyector de
video dentro del salón de clases, se
han vuelto recursos casi obligados.
Ambos permiten agilizar la
exposición y explicación de
contenidos, la diversificación en las
presentaciones de los mismos, y por
ende la captación de la atención por
parte de los estudiantes.
Definitivamente, la incorporación
del elemento tecnológico en las
clases responde a ciertas
aspiraciones del docente
relacionadas con: “facilitar su tarea,
asegurar la comprensión, acudir en
su ayuda frente a temas de difícil
comprensión”. Pese a ello, el uso de
medios y materiales tecnológicos en
la enseñanza ha generado
polémicas. Así, el debate se centra
en el hecho de que la tecnología
puede modificar en los estudiantes
“las maneras de pensar, conocer o
aprender… Para algunos, el uso [de
la tecnología] mejora las condiciones
para que se produzca el aprendizaje
y para otros las empobrece” (Litwin,
2004, p.7).
Evidentemente, aunque los
avances tecnológicos en el campo
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educativo son en gran medida
positivos y aceptados, todavía hay
quienes la cuestionan. Al respecto,
cuando se utiliza la tecnología de
manera impuesta y no por necesidad
se corre el riesgo de hacer un uso
banal de la misma. Por ejemplo,
realizar “foros de discusión en clases
presenciales, monografías tomadas
de la Web sin ningún tipo de análisis
o selección” se convierte en una
práctica muy común y
empobrecedora del aprendizaje
(Litwin, ob.cit, p.8).
Por otro lado, el uso del correo
electrónico, por ejemplo, puede
proporcionar “formas de
construcción del conocimiento a
partir de la colaboración entre pares
generada por una red que no sólo
resuelve la comunicación entre los
alumnos sino que permite potenciar
cada una de las propuestas de
trabajo”. Queda entonces, bajo la
creatividad y responsabilidad del
docente, aprovechar cada situación
buena o mala, generada por el uso
de la tecnología y convertirla en
oportunidades para el aprendizaje
efectivo y significativo (Litwin, ob.cit,
p8).
Todo aprendizaje puede ser
positivo dependiendo de la
orientación que el docente
proporcione a sus alumnos. Es así
como, a partir de una actuación
inadecuada de los estudiantes, como
por ejemplo, realizar el corte y pega
de la información tomada de una
página web puede servir como base
para el aprendizaje de lo que
significa el verdadero análisis de la
información, así como para fomentar
valores de respeto, responsabilidad
y honestidad en los estudiantes.
Finalmente, es importante señalar
que más allá de la modalidad y el tipo
de recursos que utilicemos en los
procesos de aprendizaje, todo el
conocimiento que alcancemos
siempre estará sujeto, en primer
lugar, a nuestra individualidad y en
segundo lugar, a nuestro contexto.
De esta forma, siendo nativos
digitales, probablemente el
aprendizaje a través de sofisticadas
herramientas tecnológicas será
sencillo; sin embargo, siendo
inmigrantes digitales, a lo mejor el
aprendizaje costará un poco más. No
obstante, en cualquier caso, nuestro
contexto inmerso en una tecnología
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que avanza más cada día,
definitivamente nos arropará al punto
de terminar realizando todas
nuestras actividades, y muy
especialmente la educativa, con la
ayuda tecnológica.
REFLEXIONES FINALES
Definitivamente, el accionar
humano hacia la búsqueda del
conocimiento y las formas de
proceder en las distintas áreas en las
que se desenvuelve
(comunicacional, social, emocional,
el económica financiera y la
educativa, entre otras), conforman
los llamados paradigmas de la
ciencia. Así, el ser humano asume
una actitud ante la vida; siendo ésta
la postura paradigmática que lo guía,
indicándole cómo acercarse a lo que
desea conocer.
Dependiendo de aquello que le
haga falta, el ser humano cambia su
horizonte de un momento a otro. No
necesariamente sustituyendo toda
su estructura, sino simplemente,
integrando nuevas a las ya
existentes. Se crea así un sistema
que pudiera llamarse complejo o
complementario donde no se
desecha nada porque todo tiene su
razón de ser y su momento, sólo se
entrecruzan aspectos que pudieran
parecer contradictorios pero que en
realidad son parte de una misma red.
En el caso de las épocas,
moderna y posmoderna, a pesar de
tener una ubicación distinta en el
tiempo, y unas características
definitivamente particulares y
diferentes unas de otras, ambos
períodos conforman una especie de
conjunto complejo lleno de
complementariedades. Así, nos
encontramos con dos épocas que
pudieran representar paradigmas
complementarios, en lugar de
contradictorios u opuestos.
Mientras en la modernidad se
apuesta por la racionalidad, en la
posmodernidad se da crédito a la
subjetividad. Sin embargo, ambas
características no pueden
considerarse exclusivas de una
época en particular ya que
pertenecen al ser humano, quien
indiferentemente de la época en la
que se encuentre, siempre será
racional y subjetivo.
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Otro aspecto importante de los
contextos históricos donde el
hombre ha evolucionado, tiene que
ver con un tercer paradigma, el
tecnológico, que se pudiera
caracterizar como un resultado de
ese entretejido conformado por la
modernidad y la posmodernidad,
sumado a lo que algunos autores
como Lipovetsky (2006) denominan
la hipermodernidad. En tal sentido, la
época posmoderna presenta dentro
de sí, aspectos modernos
radicalizados, que en definitiva
aumentan el auge del elemento
tecnológico.
Nace así el paradigma
tecnológico que se evidencia en
cada aspecto de nuestras vidas. Si
miramos a nuestro alrededor,
seguramente notaremos que
nuestros ambientes están más llenos
de tecnología que de elementos
naturales. Es el caso de los salones
de clase en cuyos espacios no debe
faltar como mínimo el computador y
el proyector de video para facilitar la
presentación del material didáctico
de forma dinámica.
Finalmente, se puede señalar que
en el ámbito educativo, aun cuando
las modalidades de aprendizaje
asumidas por las instituciones sean
de tipo semipresencial o no
presencial, el proceso educacional
sigue manteniendo todos sus
elementos. De hecho, en el estilo no
presencial, aunque el contacto físico
es nulo, esto no se convierte en
impedimento para llevar a cabo una
labor docente (tutorial) efectiva y un
aprendizaje óptimo para los
estudiantes. Precisamente, la
tecnología colabora en esos
cometidos, proporcionando
herramientas valiosas que permiten
presentar los contenidos de forma
variada, y a la vez establecer una
comunicación e interacción de todos
los participantes.
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