II PLAN DIOCESANO DE EVANGELIZACIN 1998-2003 «Salid a las encrucijadas» (Mt 22,9) PRESENTACIN Presentamos el II Plan Diocesano de Evangelizacin, que es simultÆnea- mente culminacin y promesa. En efecto, ha sido gestado durante mucho tiem- po a travØs del Consejo Pastoral Diocesano con la colaboracin de todos, encauzada con el trabajo intenso y paciente de la Comisin Redactora. A todos expresamos nuestra gratitud por la participacin. El Plan, que ahora tenemos en nuestras manos, es sobre todo comienzo y promesa. Lo que lentamente ha ido tomando cuerpo en la etapa de elaboracin confiamos que sea recibido y puesto en prÆctica por las comunidades cristia- nas de nuestra dicesis para animar su vida y estimular su actividad evangeli- zadora en medio de la sociedad. Damos gracias a Dios por la etapa cubierta, que nos ha dado la oportunidad de escrutar con mirada creyente nuestra rea- lidad eclesial y social, de percibir sus llamadas, de contrastar unos con otros las apreciaciones personales y de proyectar desde el Evangelio con audacia apostlica intentos de respuesta. Los juicios sobre la realidad y sus desafos han sido diagnsticos para nuestra misin. Ante la dilatada etapa que se abre delante de nosotros nos confiamos al poder del Espritu Santo, que sostendrÆ nuestra responsabilidad y harÆ fecundos nuestros esfuerzos. Durante los œltimos decenios la Iglesia, que siente vivamente la necesidad de evangelizar, ha intentado precisar en quØ consiste y ponerse en camino con renovada obediencia al Seæor. De este impulso ha nacido este segundo Plan de Evangelizacin, como hace algunos aæos naci el primero. Nuevamente Jesu- cristo nos enva a los cristianos de esta Iglesia local a nuestra sociedad concre- ta, con la que compartimos luces y sombras, aspiraciones y cansancios, incer- tidumbres y esperanzas, para ofrecerle la Buena Nueva que es Dios mismo. En la medida en que lo acojamos con fe reconociendo nuestros pecados, se hace en cada persona y en cada grupo fermento de vida nueva. De entre las numerosas descripciones de la evangelizacin, recordamos la ofrecida por el Directorio General de la Catequesis, aprobado por el Papa hace un aæo, exactamente el da 15 de agosto de 1997.
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II PLAN DIOCESANO DE EVANGELIZACIÓN
1998-2003
«Salid a las encrucijadas» (Mt 22,9)
PRESENTACIÓN
Presentamos el II Plan Diocesano de Evangelización, que es simultánea-mente culminación y promesa. En efecto, ha sido gestado durante mucho tiem-po a través del Consejo Pastoral Diocesano con la colaboración de todos, encauzada con el trabajo intenso y paciente de la Comisión Redactora. A todos expresamos nuestra gratitud por la participación. El Plan, que ahora tenemos en nuestras manos, es sobre todo comienzo y promesa. Lo que lentamente ha ido tomando cuerpo en la etapa de elaboración confiamos que sea recibido y puesto en práctica por las comunidades cristia-nas de nuestra diócesis para animar su vida y estimular su actividad evangeli-zadora en medio de la sociedad. Damos gracias a Dios por la etapa cubierta, que nos ha dado la oportunidad de escrutar con mirada creyente nuestra rea-lidad eclesial y social, de percibir sus llamadas, de contrastar unos con otros las apreciaciones personales y de proyectar desde el Evangelio con audacia apostólica intentos de respuesta. Los juicios sobre la realidad y sus desafíos han sido diagnósticos para nuestra misión. Ante la dilatada etapa que se abre delante de nosotros nos confiamos al poder del Espíritu Santo, que sostendrá nuestra responsabilidad y hará fecundos nuestros esfuerzos. Durante los últimos decenios la Iglesia, que siente vivamente la necesidad de evangelizar, ha intentado precisar en qué consiste y ponerse en camino con renovada obediencia al Señor. De este impulso ha nacido este segundo Plan de Evangelización, como hace algunos años nació el primero. Nuevamente Jesu-cristo nos envía a los cristianos de esta Iglesia local a nuestra sociedad concre-ta, con la que compartimos luces y sombras, aspiraciones y cansancios, incer-tidumbres y esperanzas, para ofrecerle la Buena Nueva que es Dios mismo. En la medida en que lo acojamos con fe reconociendo nuestros pecados, se hace en cada persona y en cada grupo fermento de vida nueva. De entre las numerosas descripciones de la evangelización, recordamos la ofrecida por el Directorio General de la Catequesis, aprobado por el Papa hace un año, exactamente el día 15 de agosto de 1997.
«La Iglesia existe para evangelizar... El mandato misionero de Jesús comporta varios aspectos, íntimamente unidos entre sí: �Anunciad� (Mc 16,15), �haced discípulos y enseñad�, �sed mis testigos�, �bautizad�, �haced esto en memoria mía� (Lc 22,19), �amaos unos a otros� (Jn 15,12). Anuncio, testimonio, enseñanza, sacramentos, amor al prójimo, hacer discípulos: Todos estos as-pectos son vías y medios para la transmisión del único Evangelio y constituyen los elementos de la evangelización... Debe desplegar toda su integridad e in-corporar sus intrínsecas bipolaridades: testimonio y anuncio, palabra y sa-cramento, cambio interior y transformación social. Los agentes de la evangeli-zación han de saber operar con una visión global de la misma e identificarla con el conjunto de la misión de la Iglesia» (n. 46). La evangelización, que es la misión permanente de la Iglesia, reviste en cada situación histórica modalidades particulares. Hoy la evangelización, la �nueva evangelización�, debe acentuar en todas sus actividades el carácter mi-sionero, a saber, la necesidad de suscitar o avivar la fe en Jesucristo, de mos-trar cómo la experiencia religiosa es profundamente humanizadora, de tradu-cir en fraternidad eficaz la fe en Dios Padre de todos, de renovarnos personal-mente y como Iglesia volviendo a sus fuentes, que son la escucha de la Palabra de Dios, la celebración de los sacramentos, la unidad en el amor y el servicio a los necesitados. A un mundo, que busca valores morales altos y fundamentos seguros para la esperanza, la Iglesia debe ofrecerle como hizo Pedro al tullido: �No tengo plata ni oro; pero lo que tengo te doy: En nombre de Jesucristo Na-zareno, echa a andar� (Act 3,6). El lema de nuestro II Plan de Evangelización es �salid a las encrucija-das� (Mt 22,9). Estas palabras nos señalan el lugar de la cita apostólica. La salida de los caminos sugiere la universalidad de la misión cristiana: Somos enviados a todos, y especialmente a los pobres, los enfermos, los pecadores, los abatidos, los extranjeros...; por esos caminos unos se acercan solicitando aco-gida; y otros quizá se alejan de la fe y de la Iglesia, a cuyo encuentro debemos salir para conocer sus frustraciones y para invitarlos nuevamente a la fiesta de la salvación mesiánica. Una encrucijada es una situación de incertidumbre; ahí debemos también acudir para buscar con otras personas la salida. La aspiración a la paz y al respeto de los derechos de todos; la defensa de toda vida humana; la exclusión social que padecen hombres y mujeres hermanos nuestros; la familia al mismo tiempo tan apreciada y tan sacudida en sus cimientos; la sociedad por una parte en avanzado proceso de secularización y por otra con brotes significati-vos de nueva religiosidad difusa y ambigua; la reivindicación común de los derechos humanos coexiste lamentablemente con formas inveteradas y nuevas de quebrantarlos. Realmente nuestro mundo está en una encrucijada. ¡Que con la luz del Evangelio podamos iluminar estas incertidumbres de la época! El Plan de Evangelización a los retos que la realidad social y eclesial nos plantea −la exclusión de muchos que están como tirados al borde del camino, la paz en nuestro pueblo tan suspirada y tan difícil, la debilidad de la Iglesia, y el ambiente general marcado por la indiferencia religiosa y la búsqueda de nuevas expresiones de religiosidad ya que es insoportable el vacío de sentido− quiere responder con cuatro líneas de actuación: el compromiso transforma-
dor de la sociedad según los valores del Reino de Dios, una propuesta más in-tensa de la fe cristiana, una celebración de los sacramentos más significativa y una renovación más clara de la Iglesia en sus personas y estructuras. Las cuatro líneas de actuación corresponden a cuatro dimensiones de la Iglesia. La Iglesia local, y cada miembro de ella, debemos dar testimonio (mar-tyría) del Evangelio con palabras sencillas, claras y directas, y con las obras que acreditan ese Evangelio. La fe anunciada, acogida y profesada debe ser convertida en oración y celebrada (leiturgía). La comunidad cristiana recobra fuerzas, vigor apostólico, fecundidad vocacional, concordia y vitalidad en to-dos los órdenes en la medida en que se alimenta de la mesa de la Palabra y de la mesa del Cuerpo del Señor (koinonía). Y de esta manera ayudará la Iglesia a los necesitados (diakonía) con tanta mayor generosidad y sacrificio cuanto más aprenda de Jesús, �que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos� (Mt 20,28). El Plan de Evangelización supone y alienta lo que siempre ha sostenido la vida de la Iglesia y ha constituido su misión: transmitir la fe cristiana, cele-brar los sacramentos y ejercitar el servicio caritativo y social. En la propor-ción armoniosa y en la recíproca complementación de estos cauces de actua-ción reside la salud de la Iglesia. ¿Cómo no va a ser la Eucaristía del domingo la acción más importante de la Iglesia, si es �fuente y cumbre de toda vida cris-tiana� (Lumen gentium, 11), si de ella nacen la fuerza del amor y el celo misio-nero (cf. Presbyterorum ordinis, 6), de modo que hubo mártires que confesa-ron que �no podían vivir sin la cena del señor� (Dies Domini, 46)? El Plan urge algunos aspectos de estas tareas de la Iglesia, que en nuestra situación concre-ta son particularmente necesarios y significativos. El orden en que aparecen las líneas de actuación en la parte programáti-ca recuerda el objetivo general del Plan anterior �el compromiso transforma-dor de la sociedad�, que apareció también en las primeras reflexiones en orden a la elaboración del actual. Quizá, desde un punto de vista teológico, el orden sea el siguiente: Escuchando fielmente la Palabra de Dios y celebrando los mis-terios del Señor, la Iglesia se renueva y �autoevangeliza� para poder ser evan-gelizadora y samaritana del mundo. La Relación final del Sínodo de Obispos de 1985 sintetizó así la doctrina del Concilio Vaticano II: �La Iglesia, bajo la Palabra de Dios, celebra los misterios de Cristo para la salvación del mundo�. La aparición de Jesús resucitado a los discípulos de Emaús nos ayuda a comprender el orden pastoral de las realidades cristianas y de las tareas ecle-siales. Los discípulos de Emaús retornan defraudados y con aire entristecido después de la muerte de Jesús, �profeta poderoso en obras y palabras�, en quien habían depositado su esperanza. En esa situación determinada se acerca Jesús a ellos y juntos van haciendo el camino; traban conversación y el cami-nante desconocido les va iluminando en una catequesis el sentido de los acon-tecimientos ocurridos últimamente en Jerusalén. A medida que hablaba el compañero de viaje, las palabras enardecían el corazón de los discípulos; y en la �fracción del pan�, sentados a la misma mesa, se les cae la venda de los ojos y reconocieron a Jesús, que desapareció de su lado. Al punto se vuelven a Jeru-salén −ya no es obstáculo la oscuridad de la noche− para contar a los demás discípulos lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido al
Maestro en la �fracción del pan� (cf. Lc 24,13-35). Cuatro momentos: situación inicial de decaimiento, progresiva iluminación con la catequesis de Jesús, cena eucarística y misión evangelizadora. El camino de los discípulos de Emaús puede ser también nuestro camino de cristianos y de apóstoles. El presente Plan de Evangelización comienza a ser actuado en la diócesis el año dedicado especialmente por Juan Pablo II al Espíritu Santo, en el itine-rario hacia el tercer milenio. Para ser agentes de �nueva evangelización� nece-sitamos que el Espíritu Santo avive intensamente la fe en nuestros corazones. Sin �espiritualidad�, es decir, sin el toque interior del Espíritu Santo que hace elocuentes a nuestro espíritu las realidades cristianas, nos faltaría la convic-ción existencial y el atrevimiento confiado para evangelizar. El Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización; Él abre las puertas al Evangelio en el corazón de los hombres y en la sociedad actual, como ocurrió en la primera evangelización, narrada en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Con el soplo del Espíritu nuestro Plan puede ser instrumento precioso de un �nuevo pente-costés�. Sin el Espíritu, en cambio, las programaciones necesarias, los escritos pastorales convenientes, la organización pastoral oportuna, las reuniones úti-les de agentes de pastoral... serían estériles en la transmisión de la gracia de la fe. No hay evangelización, por tanto, sin la invocación humilde del Espíritu Santo y sin su actuación. Todos estamos convocados a asumir con decisión el Plan de Evangeliza-ción y a comenzar su puesta en práctica: obispos, presbíteros, religiosos/as de vida apostólica y contemplativa, seglares (catequistas, colaboradores en la liturgia, miembros de pastoral de la salud, voluntarios de Cáritas y otros ser-vicios sociales de la diócesis, monitores de niños, adolescentes y jóvenes, profe-sores de religión, militantes cristianos, etc.). Se encomienda este Plan de Evan-gelización a todas las instituciones cristianas: parroquias, sectores, familias cristianas, comunidades, movimientos, asociaciones, colegios diocesanos y de religiosos/as, etc. Cada persona, cada grupo, cada carisma hallará la forma de colaborar en la misión de la diócesis, que es la misión de la Iglesia en Vizcaya, insertán-dose en este Plan rico y amplio. El que hayan participado tantos en su elabora-ción nos da la confianza de que será recibido y actuado fielmente por todos. A todos está abierto, en él todos cabemos, nadie quede por tanto al margen. Creemos que el Plan refleja la comunión de la diócesis, variada en personas, tareas y carismas, y unida en la misión evangelizadora. La diócesis quiere ser de todos, ya que es �la patria de todas las vocaciones�. Como la evangelización es un quehacer complejo, todos los cristianos y cristianas, todos los dones del Espíritu y todas las vocaciones somos necesarios. Con este Plan de Evangelización, proyectado para cinco años, atravesa-remos D.m. el umbral del año 2000, en que celebraremos el Jubileo de la en-carnación y el nacimiento del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo. Nosotros tenemos, además, motivos especiales de celebración. Es el 7º centenario de la Carta-Puebla, por la que D. Diego López de Haro creaba el 15 de junio de 1300 la villa de Bilbao. El 8 de septiembre de 1900 fue coronada la imagen de la Virgen de Begoña; la Virgen María en su advocación de la �Amatxo� de Bego-ña es como el �corazón espiritual� de nuestra diócesis. Y el año 2000 se cum-
plen los 50 años de la erección de la diócesis, el día 1 de junio de 1950; y, consi-guientemente, de la conversión de la iglesia matriz de Santiago en catedral, es decir, en iglesia-madre de la diócesis. En ella la cátedra episcopal es el signo de la sucesión apostólica y, por tanto, de la continuidad en la tradición recibida del Señor. Estamos convencidos de que la renovación actual del templo cate-dralicio será un estímulo para incrementar nuestra conciencia de Iglesia local y, en general, del sentido de Iglesia. El Plan de Evangelización es ciertamente una oportunidad pastoral para todos los fieles y grupos de la diócesis; a todos invitamos a que lo acojan con confianza y lo pongan en práctica en su situación particular. El Plan de Evan-gelización es más aún: punto de referencia obligado para todos los que for-mamos la Iglesia local de Bilbao; durante los cinco próximos años es lugar concreto de comunión misionera en la diócesis. Con esta intención lo hemos aprobado y lo confiamos a todos. Al comenzar esta andadura, pedimos la intercesión de la Virgen María, la Madre del Señor, que escuchó con fe la Palabra de Dios, la cumplió y la pro-clamó en las montañas de Judá (cf. Lc 1,26-55; 8,19-21). Solicitamos también la ayuda de nuestros patronos, San Ignacio de Loyola y San Valentín de Be-rrio-Otxoa, que entregaron su vida al servicio del Evangelio. Bilbao, 25 de julio, fiesta de Santiago, discípulo, apóstol y mártir.
! Ricardo Blázquez Obispo de Bilbao
! Carmelo Echenagusía
Obispo Auxiliar
PROCESO DE ELABORACIÓN DEL II PDE Cronología (enero 1997 � julio 1998)
La elaboración del II PDE se desarrolla en tres etapas: 1ª etapa: EL ANÁLISIS CREYENTE DE LA REALIDAD (febrero−junio 97) 1. Febrero de 1997. El Consejo Pastoral Diocesano en sesión plenaria debate,
modifica y finalmente aprueba un documento de �Análisis de la situación social y eclesial�.
2. Marzo de 1997. Se envía a las bases una versión simplificada del análisis
aprobado para que las diversas comunidades y organismos diocesanos puedan seleccionar los que a su criterio son los retos básicos a los que debe responder el II PDE.
3. Junio de 1997. Las respuestas de los diversos grupos, previa síntesis reali-
zada a nivel de sector, vicarial o en el organismo correspondiente, se enví-an a la Comisión Redactora del plan para que elabore un informe de lo que la base diocesana considera como retos prioritarios. Previo estudio del in-forme, el Consejo Pastoral Diocesano señala como retos:
• la exclusión social • la pacificación • el sujeto eclesial • la religiosidad difusa.
2ª etapa: ELABORACIÓN DE LA PARTE PROGRAMÁTICA DEL
PLAN (septiembre 97−febrero 98) 4. Septiembre-octubre de 1997. Atendiendo a los subrayados y preocupacio-
nes detectadas en el informe, la Comisión Redactora elabora un primer bo-rrador de la parte programática del plan (con 4 líneas de actuación, en las que se estructuran 30 objetivos) que se somete a la consideración del Consejo Pastoral Diocesano para que, tras incorporar las modificaciones necesarias, lo apruebe como segundo borrador.
5. Octubre-diciembre de 1997. Este documento se envía a la base diocesana
para que los grupos puedan proponer enmiendas directamente a la Comi-sión Redactora. Se recibieron más de 900 enmiendas, muchas de las cuales fueron incorporadas.
6. Enero de 1998. La Comisión Redactora, a la luz de las enmiendas recibi-
das, elabora el tercer borrador y lo presenta al Consejo Pastoral Diocesano para que los consejeros, reunidos en sesión extraordinaria, propongan las últimas modificaciones.
7. Febrero de 1998. El obispo recibe el texto del Consejo, y tras hacerlo suyo introduciendo los cambios que considera oportunos, aprueba la parte pro-gramática.
3ª etapa: LECTURA IMPLICATIVA (marzo−junio 98) 8. Marzo-junio de 1998. El documento aprobado por el obispo, con las líneas
de actuación y objetivos, es enviado a la base para que, mediante cuestio-narios adecuados, los grupos y comunidades concreten la lectura implica-tiva a nivel local (sectorial y parroquial), y propongan acciones y responsa-bles para el nivel diocesano. Paralelamente se solicita de los departamen-tos, instituciones y servicios diocesanos propuestas de acciones significati-vas.
9. Junio de 1998. A la luz de las aportaciones recibidas se redacta un
documento de acciones a nivel diocesano que se somete a la consideración del Consejo Pastoral Diocesano, reunido en sesión extraordinaria.
10. 28 de septiembre de 1998: proclamación del II PDE 1998-2003.
I. INTRODUCCIÓN ¿Qué es el II Plan Diocesano de Evangelización?
Un programa de renovación para nuestra Iglesia local Un Plan de Evangelización es un instrumento para la renovación de la vida y la acción de la comunidad cristiana. Este II PDE nace con vocación de ser una herramienta humilde pero significativa al servicio de la misión que el Señor Jesús ha encomendado a su Iglesia en Vizcaya. Humilde, porque sabe que la mera pro-mulgación de unos objetivos, por atinados que puedan ser, no garantiza su recep-ción cálida ni su traducción concreta a la vida cotidiana de las distintas comunida-des. Pero también significativa, porque una Iglesia local que desee responder de modo adecuado a las dificultades que hoy y aquí plantea la evangelización, no pue-de renunciar a discernir cuáles son los retos particularmente relevantes a los que se enfrenta. En la actividad pastoral de una diócesis hay muchos objetivos y acciones que son tarea ordinaria, permanente e irrenunciable. Este Plan escoge algunos y nos invita a concentrar en ellos nuestro esfuerzo. La Iglesia, bajo la inspiración del Es-píritu, necesita revitalizarse constantemente porque está siempre tentada de �olvi-dar el amor primero� (Ap 2,4). Debemos buscar permanentemente la renovación personal y comunitaria, ante todo, porque el Señor nos llama a ser cada vez más fieles a su Evangelio. Pero también porque, en un mundo complejo y cambiante, la tarea evangelizadora requiere reflexión constante para acertar con el estilo y los medios más adecuados a cada situación. Dios lleva la iniciativa en este proceso de renovación. Nuestra Iglesia local ha de orar con fuerza para pedir la gracia divina que nos permita desear vivamente la colaboración en la tarea evangelizadora y acertar en la selección de los medios. Pe-ro el reconocimiento del papel primordial del Espíritu de Dios en la vida de la Igle-sia no justifica una actitud displicente hacia la programación pastoral y el trabajo organizado. Un plan pastoral debe ser flexible para poder adaptarse a circunstan-cias muy diversas. Pero al mismo tiempo ha de perfilar con claridad una orienta-ción común, suficientemente atractiva como para ser asumida por todas las comu-nidades y grupos. Un plan de estas características es, en sí mismo, un regalo del Espíritu Santo, que sopla por donde quiere y a veces por donde no se le espera, pe-ro que ordinariamente actúa mediante el trabajo riguroso que discierne los objeti-vos y procura los medios necesarios. Renovarnos asumiendo nuestra historia No empezamos de cero. La Iglesia que camina en Vizcaya lleva casi medio siglo de vida como diócesis, intentando cumplir con su misión en medio de la so-ciedad a la que quiere servir. Hoy vuelve a ponerse a la escucha atenta del Espíritu asumiendo su historia peculiar para poder mirar desde ella hacia el futuro. Recor-damos algunos momentos especialmente importantes:
• El Concilio Vaticano II (1962-65) es el acontecimiento eclesial más rele-vante de este siglo. Entre otros aspectos, su concepción de la Iglesia como servidora de la humanidad, como Pueblo de Dios peregrino en la historia, como misterio de comunión que se realiza en las Iglesias locales y a partir de ellas, constituye una invitación permanente a la renovación.
• Se cumplen ahora 25 años de la aparición en 1973 del Primer Plan
Diocesano de Pastoral. La Iglesia local se definía ya entonces como comunidad cristiana misionera. Esta caracterización básica, lejos de perder vigencia, ha ido desarrollándose en la conciencia y en la práctica diocesana, a través de diferentes planes y programas elaborados a lo largo de todos estos años.
• Hace diez años se clausuró la Asamblea Diocesana (1984-87), aconteci-
miento eclesial especialmente denso y significativo en la historia de la diócesis. Quiso ser un ejercicio de recepción explícita y un nuevo impulso del Concilio en esta Iglesia. Sus principales conclusiones han guiado la ac-tividad evangelizadora de estos años y siguen siendo hoy importante hori-zonte de referencia.
• Han transcurrido tres años desde la conclusión del Plan Diocesano de
Evangelización 1990-1995. El objetivo general de promover el compromi-so transformador orientado a una sociedad más justa y fraterna, ha reno-vado en cierta medida la mentalidad de esta Iglesia. Aprendiendo de la experiencia y en continuidad con ella, iniciamos ahora este segundo Plan.
• Estos acontecimientos, sin olvidar las valiosas enseñanzas del magisterio
eclesial, en especial la exhortación apostólica de Pablo VI en 1975 sobre �La Evangelización del mundo contemporáneo� (Evangelii Nuntiandi −EN−), constituyen las referencias fundamentales del II Plan Diocesano de Evangelización. Se quiere dar así un nuevo impulso a la misión de una Iglesia que �busca sin cesar la conversión y la renovación� (LG 8).
Renovarnos para evangelizar mejor La acción evangelizadora de la Iglesia, que prolonga la de Jesús, se esfuerza por descubrir la presencia del Espíritu Santo en el mundo y por secundarla genero-samente. No puede ser reducida a tareas de promoción humana ni tampoco a pura actividad catequética. La misión evangelizadora de la Iglesia, tal como se presenta-ba en la introducción al primer PDE, incluye 4 dimensiones básicas, todas ellas irrenunciables:
1) El anuncio explícito de Jesucristo: �No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el re-ino, el misterio de Jesús de Nazareth, Hijo de Dios� (EN 22).
2) El testimonio (de personas, comunidades e instituciones eclesiales) cohe-
rente con el anuncio: �Este testimonio constituye ya de por sí una procla-
mación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la Buena Noticia� (EN 21).
3) El compromiso transformador de la sociedad, ya que evangelizar es �no
sólo predicar el Evangelio (...), sino alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los centros de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los mode-los de vida de la humanidad� (EN 19).
4) La denuncia de cuanto envilece a la persona humana y pone obstáculo al
Reino de Dios, más concretamente, �la civilización del consumo, el hedo-nismo erigido en valor supremo, la voluntad de poder y de dominio, las discriminaciones de todo género� (EN 55).
Renovarnos para ser más fieles a Cristo La Iglesia universal ha sido convocada por el Papa Juan Pablo II para cele-brar gozosamente el Jubileo del año 2000. La diócesis de Bilbao cumplirá entonces sus primeros 50 años de vida. La fecha, en el espíritu de la tradición bíblica del año jubilar, invita a la recapitulación y a la renovación. En este horizonte cercano, el presente Plan constituye una oportunidad para revisar nuestro pasado y abrirnos a un periodo nuevo de nuestra historia, con un deseo ardiente de mejorar en el se-guimiento del único Señor. Para ello, tanto las personas como las comunidades cristianas de Vizcaya, hemos de ganar en fidelidad a Cristo y en vigor evangeliza-dor. Se trata también de realizar entre nosotros lo que Juan Pablo II ha pedido a toda la Iglesia: que se esfuerce por �asumir con una conciencia más viva el pecado de sus hijos recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se han alejado del Espíritu de Cristo y de su Evangelio, ofreciendo al mundo, en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe, el espectáculo de mo-dos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y de escánda-lo� (Tertio Millennio Adveniente 33). Renovarnos para responder a las llamadas de Dios en el presente La Iglesia es sacramento de Cristo en el mundo y aspira a serlo de un modo cada vez más transparente. Para cumplir su misión, nuestra Iglesia local necesita pedir con insistencia la acción renovadora del Espíritu y esforzarse por discernir sus llamadas. Necesita orar con fe y con esperanza por la revitalización de sus co-munidades y grupos, de sus movimientos y asociaciones, de sus obispos y presbíte-ros, de los carismas y comunidades religiosas, así como de su laicado. Sólo así po-drá vivir y comunicar con fuerza la experiencia del Dios de Jesús en medio de la sociedad de Vizcaya. La historia humana encuentra su sentido más profundo en el amor de Dios Padre, manifestado en la entrega de su Hijo encarnado para la vida del mundo y en la donación del Espíritu Santo. Nuestras comunidades cristianas se sienten enrai-
zadas en una historia de salvación, en la que la Iglesia de Vizcaya constituye un eslabón y a la vez una realización. Estamos llamados a ser hoy y aquí signo e instrumento de ese plan salvífico de Dios. Para ello debemos buscar sin descanso la voluntad divina, en sintonía con lo afirmado por el Concilio Vaticano II: �El Pueblo de Dios, movido por la fe, por la cual cree que es guiado por el Espíritu del Señor, que llena el orbe de la tierra, procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos que comparte con sus contemporáneos, cuáles son los signos verdaderos de la presencia o del desig-nio de Dios� (GS 11). Urgidos por estas palabras, la elaboración del presente Plan se inició con una mirada a la sociedad y a la Iglesia, para descubrir las llamadas más urgentes que el Señor nos está haciendo hoy. Un Plan nacido de un esfuerzo colectivo en obediencia al Espíritu El sujeto de la acción eclesial es el conjunto del Pueblo de Dios movido por un mismo y único Espíritu que libremente distribuye sus dones entre los cristianos (cf. 1 Cor 12,11). Un plan que aspira a ser recibido como un instrumento valioso por toda la comunidad necesita, ya en su fase de elaboración, contar con una amplia participación. Por eso la preparación del II Plan Diocesano de Evangelización se ha concebido desde el primer momento como un auténtico esfuerzo eclesial, en el que cada cual (obispos, comunidades, consejos, clero, religiosas y religiosos) ha tomado parte según su vocación y su identidad en la Iglesia. El proceso ha sido novedoso y complejo, tal como puede comprobarse en la cronología que se incluye en estas páginas. A medida que se avanzaba surgían cuestiones nuevas que debían ser discernidas sobre la marcha. Al resultado final han contribuido muchas personas. Algunas, buscando en cada momento el modo más adecuado de implicar al máximo número de cristianas y cristianos, y tomando muy en serio todas las aportaciones; otras, desde el Consejo de Pastoral Diocesano, supervisando las diversas fases del proceso y debatiendo los sucesivos borradores; la mayoría, desde un sinfín de grupos, comunidades e instituciones, realizando sugerencias, señalando omisiones, proponiendo alternativas para mejorar el texto y concretando lo que este Plan va a suponer para la vida de la comunidad local o del grupo u organización en cuestión. En el proceso se han producido tres consultas amplias: la primera, para iden-tificar los retos más importantes a los que el Plan debía responder; la segunda, pa-ra seleccionar y mejorar la redacción de los objetivos programáticos; la tercera, para concretar esos objetivos en acciones adecuadas, tanto a nivel local (comuni-dades, sectores pastorales, diversos organismos) como diocesano. En los tres mo-mentos han realizado una función de discernimiento el Consejo Pastoral Diocesa-no en primer lugar y después, de modo definitivo, el obispo. El recurso a la consulta amplia constituye mucho más que un medio para fa-cilitar la recepción de este texto. No sólo el resultado final, sino también el proceso de elaboración de este II Plan han constituido una gracia de Dios. Tras la fórmula elegida está la convicción de que la voluntad de Dios se expresa también en las múltiples voces de los hombres y las mujeres que forman su Iglesia, que no pueden
ser marginadas o reprimidas, sino discernidas comunitariamente, bajo la presi-dencia del obispo, responsable último de la comunión en la Iglesia local. Un Plan adaptado a cada situación Un Plan de objetivos diocesanos, incluso cuando se ha elaborado con la parti-cipación de muchos, no tiene garantizada su adecuada recepción. Algunos lo con-siderarán excesivamente ambicioso, bien porque enumera demasiados objetivos, o porque su puesta en marcha no resulta fácil en comunidades con recursos pastora-les limitados. Otros señalarán su falta de concreción y el riesgo de que no afecte realmente a la vida concreta de nuestras parroquias, grupos e instituciones. La mera proclamación de los objetivos diocesanos no podía ser suficiente. El proceso de elaboración debía incluir no sólo la concreción de esos objetivos en acciones diocesanas, sino también la lectura implicativa realizada a nivel local. El Plan no podía considerarse formulado hasta que las diversas comunidades y orga-nismos diocesanos no lo hubieran acomodado a cada circunstancia particular. De hecho, la lectura implicativa del Plan ha sido un momento esencial del proceso. Era necesario un esfuerzo por adaptar el proyecto diocesano a la situación de cada lugar, seleccionando los objetivos más importantes en cada caso y mar-cando tareas bien definidas para su consecución. Así se ganaba en flexibilidad y se facilitaba desde el primer momento el protagonismo y la implicación de las comu-nidades y de los agentes de pastoral activos en los diversos organismos y movi-mientos de la diócesis. Un Plan para toda la diócesis La necesaria flexibilidad del Plan obligaba a abordar la cuestión siguiente: ¿cómo pensar su concreción de �Plan Diocesano� y cómo desarrollar esta dimen-sión, sin que ello supusiera una sobrecarga o distorsión de lo ya asumido en la lec-tura implicativa a nivel local? La diócesis existe en una gran pluralidad de sujetos: comunidades y parro-quias situadas en contextos diferentes, movimientos, grupos, instituciones, etc. Cada uno de ellos, en virtud de su legítima autonomía, ha realizado su propia lec-tura implicativa, eligiendo objetivos y acciones. Toda esta actividad constituye, ya en sí misma, una tarea diocesana. Pero la diócesis no es, tan sólo, la suma de los diversos sujetos que la forman, sino una comunión de personas y de comunidades diferentes. Bajo la presidencia del ministerio episcopal, la diócesis constituye una realidad unificada, en la que se integran diversos carismas y sensibilidades. La concreción del Plan en un ámbito diocesano global es imprescindible. Primero, para respaldar la concreción realizada a nivel local, así como para asegu-rar las demandas explícitas que desde las diversas realidades se han elevado a la diócesis. Segundo, para garantizar la consecución de objetivos que no están al al-cance de las comunidades locales y requieren una conjunción de esfuerzos y recur-
sos. Tercero, porque a la vista de los resultados de la lectura implicativa a nivel lo-cal, corresponde a los organismos diocesanos, en particular al Consejo Episcopal y al Consejo de Pastoral Diocesano, detectar posibles lagunas y ponerles remedio. Y cuarto, porque las acciones diocesanas pueden asegurar que los retos identificados en el análisis de realidad como particularmente urgentes, son tomados en conside-ración por el conjunto de la comunidad diocesana y constituyen la inspiración bá-sica de su acción pastoral. Las acciones diocesanas no entran en colisión con los proyectos locales, sino que se conciben como soporte y complemento de los mismos. Algunas presentan carácter puntual, de modo que no van a perturbar los trabajos de las diversas co-munidades y grupos. Pero la mayoría de ellas busca desencadenar procesos con capacidad de dar un sentido unitario a los esfuerzos locales, en fidelidad a las intui-ciones básicas del II Plan. Se irán concretando de diversas maneras a lo largo de los próximos 5 años. Un Plan que queda en nuestras manos Aquí se entrega el resultado de este esfuerzo colectivo. La parte programática, tras el debido discernimiento y aprobación episcopal, vio la luz en febrero pasado. La concreción de las diferentes acciones es el producto de muchas horas de creati-vidad paciente en grupos y comunidades. El Plan queda ya en nuestras manos. En realidad, siempre lo ha estado. De-pende de nosotros su conversión en referencia valiosa y fructífera para la progra-mación pastoral de los próximos años. Para ello, la colaboración de todas y de to-dos, cada cual según sus posibilidades y su situación, es más necesaria que nunca. Hay motivos para la esperanza. La seriedad con la que se ha realizado el trabajo de adaptación en muchos lugares justifica las buenas perspectivas existentes para la fase de puesta en marcha que ahora se inaugura. En este 1998, dedicado al Espíritu Santo que alienta e ilumina los caminos renovados de una evangelización inculturada hoy y aquí, la Iglesia local de Bilbao se dispone a seguir más fielmente a Jesús, dejándose guiar por las palabras de Ma-ría: �Haced lo que él os diga� (Jn 2,5).
II. ANÁLISIS DE LA REALIDAD SOCIAL Y ECLESIAL Retos para la Iglesia de Bizkaia
El somero análisis que presentamos es básicamente una síntesis del que ha servido de base para la elaboración del Plan. No puede ni pretende ser una visión exhaustiva de una realidad tan compleja. Trata simplemente de destacar aspectos importantes de la realidad social y eclesial que son resultado de una lectura creyen-te y comunitaria en clave evangelizadora, procurando discernir las llamadas del Espíritu de Dios a nuestra Iglesia hoy y aquí. Se estructura en torno a los cuatro retos prioritarios a los que quiere responder este Plan: la exclusión social, la pacifi-cación, el llamado �sujeto eclesial� y la religiosidad difusa. 1. LA EXCLUSIÓN SOCIAL La exclusión social, provocada por causas de tipo personal, cultural y so-cioeconómico, es un hecho grave y creciente en nuestra sociedad. La margina-ción social en su pluralidad de formas sigue presente en Bizkaia, desigualmente repartida. Presenta rostros concretos, dramas callados de vida: ancianos, des-empleados, enfermos, hogares en pobreza, infancia marginada, presos, personas afectadas por problemas psíquicos, drogadictos, personas sin techo, discapaci-tados, minorías étnicas e inmigrantes en precariedad y marginación. Un total de 8.399 familias han necesitado el Ingreso Mínimo de Inserción en Bizkaia el año 1996. El paro −especialmente el juvenil, el de las mujeres y el de los mayores de 45 años− se está convirtiendo en el buque insignia de la exclusión social. Existen hoy 210.000 personas sin empleo en la Comunidad Autónoma. Un 33% de paro en la Margen Izquierda de Bizkaia es desorbitado. Esta situación se ceba aún más en colectivos con dificultades añadidas de inserción laboral: discapacitados, ex-toxicómanos, ex-presos... La exclusión social es también un hecho mundial. El Informe sobre Desa-rrollo Humano de Naciones Unidas de 1996 pone de manifiesto no sólo la des-igualdad manifiesta entre países ricos y pobres, sino también que, en lugar de reducirse, se acrecienta. En 1963, el 20% de los habitantes del mundo más ricos retenían el 70% de las rentas; en 1996, poseían ya el 85%. Entre las causas de la exclusión destacan la revolución tecnológica, que hace menos necesario el trabajo humano, así como la globalización (internacio-nalización) de la economía, que ha generado una mayor competitividad en el sistema productivo. Estos cambios se están haciendo desde los intereses del ca-pital y desde una cultura crecientemente individualista. La nueva situación amenaza el Estado de Bienestar, al disponer los trabajadores de menos ingresos y más necesidades. Provoca también un cambio estructural en el significado y en la organización del trabajo. Parece que sólo podrá haber pleno empleo, si se tra-baja menos tiempo, esto es, si se reparte el trabajo. En cualquier caso, el pro-blema fundamental viene dado por las víctimas de este proceso social.
No es un fenómeno natural, sino histórico, fruto de unas relaciones huma-nas y sociales injustas. La mirada al excluido no puede limitar el examen de las causas de su exclusión. El que tantas personas queden privadas del derecho al desarrollo humano se puede evitar. Esta sociedad tiene los recursos necesarios para que no haya exclusión social. Curiosamente, hoy existe más riqueza y más exclusión. Son significativas, aunque insuficientes, las acciones y la sensibilidad que se van extendiendo en la Administración y en los líderes políticos. Es muy estimable el empresariado consciente de su función social, el movimiento sindi-cal, las ONGS y el voluntariado, la iniciativa social solidaria, la cooperación y el surgimiento de una nueva cultura de la solidaridad internacional, así como ac-ciones de cristianos e iniciativas de Iglesia. Se trata, sin duda, de surcos del Re-ino de Dios en medio de la sociedad. 2. LA PACIFICACIÓN La sociedad vasca sigue atravesada por la tensión política. A pesar de los esfuerzos realizados, continúan existiendo profundas divisiones respecto a cómo lograr la pacificación e integración de nuestra sociedad. Un sector cada vez más minoritario sigue considerando el recurso a la violencia como medio legítimo de acción política frente a lo que consideran tácticas represivas del Estado. Así ETA, con la cobertura social de grupos radicales autodenominados �abertzales�, ha persistido durante demasiado tiempo en la vía de los asesinatos, secuestros, extorsiones, amenazas serias a la vida y la libertad de ciudadanos, llegando incluso a atentar contra cargos públicos democráticamente elegidos. Noticias recientes indican que dentro de este mundo la estrategia violenta está siendo sometida a una profunda revisión. Ojalá estos síntomas esperanzadores se confirmen y ETA abandone pronto la lucha armada de manera total y definitiva. Mientras tanto la gran mayoría de la sociedad vasca, coincide, a pesar de sus muchas y fuertes diferencias, en puntos básicos de la convivencia social: la reivindicación del derecho a la vida, la defensa de la libertad de los ciudadanos, el rechazo de la violencia como arma de lucha política, la aceptación de la volun-tad del pueblo expresada democráticamente, la búsqueda de vías de diálogo y de consenso para la superación de los conflictos y la resolución de los problemas... Todo ello es respaldado también por el amplio clamor de una sociedad que, an-siosa de paz, sabe manifestarse en la calle y en otros foros y se atreve a realizar propuestas importantes para solucionar o humanizar el conflicto, como, por ejemplo, el acercamiento de todos los presos y el compromiso por el diálogo en-tre sectores nacionalistas y no nacionalistas. La ciudadanía admite que la autoridad pública reprima los atentados contra la vida y la libertad de los ciudadanos y desea que la justicia sea ejercida según derecho. En un Estado de derecho todos tienen que actuar bajo el dictado de la ley justa. Por ello, la investigación judicial en curso sobre las actividades de los GAL puede contribuir al esclarecimiento de acciones graves realizadas hace ya bastantes años, pero cuya naturaleza y autoría se mantenían oscuras. Aunque el veredicto de los tribunales pueda llevar consigo la deslegitimación social de determinadas actuaciones policiales o gubernamentales, la sociedad afianzaría
su confianza en una justicia que se aplica sin discriminación a todos los ciudadanos. Nuestra sociedad aparece dividida también en otros puntos importantes. Admitida la legitimidad de estas diferencias y de su defensa por medios demo-cráticos, la situación actual parece precisar una acción decidida y concertada de partidos políticos, sindicatos y grupos sociales de diverso signo en la serena dis-cusión de los problemas y en la búsqueda conjunta de una solución digna. Para ello serán necesarias también la generosidad y la altura de miras. Desde este inicio del Plan, queremos participar con lucidez en la búsqueda de la paz, alentando todos los signos de esperanza que puedan brotar entre no-sotros. 3. EL SUJETO ECLESIAL El Pueblo de Dios en Bizkaia está formado por todos los bautizados en la fe de la Iglesia, pero en la práctica es preciso distinguir varios grupos. Las personas más o menos alejadas. Aunque sólo Dios conoce la fe de las personas, hay muchos cristianos que se dirigen a la Iglesia únicamente con ocasión de determinados acontecimientos en su vida personal o familiar. Este colectivo muy numeroso representa un reto para la acción evangelizadora de la Iglesia. No es fácil identificar la pedagogía misionera que hay que seguir en cada caso. El cuidado de la iniciación cristiana de niños y jóvenes aparece como fundamental, ya que ahí se decide buena parte de la transmisión de la fe. Te-niendo en cuenta el papel básico de la familia para el crecimiento posterior en la fe, se constata que muchos niños y jóvenes crecen ahora en un contexto familiar o educativo donde la fe es poco valorada y cultivada. No es fácil lograr que cuaje un cristianismo adulto con una clara referencia eclesial. El mundo de la educa-ción y los colegios religiosos llegan en parte a estas personas alejadas, pero re-sultan muy difíciles los frutos evangelizadores. El laicado adulto. Está formado por un 10-15% de los bautizados, perso-nas que valoran su fe y la celebran comunitariamente con regularidad. Se trata de un colectivo predominantemente femenino, escasamente representado por el sector de población entre 30 y 60 años. Entre ellos hay un grupo minoritario muy significativo de cristianos que constituyen el llamado �laicado activo�, que viene asumiendo cada vez más responsabilidades pastorales, así como compro-misos seculares, fundamentalmente a raíz del Plan anterior y de la Asamblea Diocesana. No obstante, la militancia cristiana evangelizadora y la corresponsa-bilidad eclesial siguen siendo desafíos pendientes. Sin duda, los avances en el asociacionismo laical y en la formación teológico-pastoral de laicos han sido y deben ser buen camino. No es fácil un planteamiento pastoral unificado para los cristianos militantes y para la gran comunidad reunida en torno a la eucaristía dominical. El clero diocesano. La edad media del clero se sitúa en torno a los 65 años. Su progresiva disminución y envejecimiento repercute en la dinamización de la misión evangelizadora. Hay bastantes parroquias sin sacerdote, especial-
mente en la zona rural. Por otro lado, al clero se le pide asumir tareas nuevas, además de las habituales para las que fue preparado, lo cual le produce a veces desasosiego. Por estos factores, reconociendo el servicio pastoral que se ha lle-vado a cabo y se cumple, se hace preciso renovar la ministerialidad. Las comunidades religiosas. En la diócesis hay aproximadamente tres mil religiosas y religiosos (las primeras constituyen los dos tercios), que pade-cen, al igual que el clero, un proceso de envejecimiento. El mundo de la educa-ción sigue concentrando gran parte de sus esfuerzos. Es indudable la incidencia social y el potencial evangelizador de estas instituciones, no suficientemente reconocido y articulado en la diócesis. Las mismas comunidades religiosas han visto la necesidad de reflexionar sobre los modos de integración en la Iglesia local. Bastantes comunidades trabajan en el campo de la pobreza y la margina-ción, de la salud y la ancianidad. Existe un significativo número de comunidades centradas en la pastoral parroquial. 4. LA RELIGIOSIDAD DIFUSA La religión se encuentra inmersa en un proceso de transformación. Lo que ocurre en la sociedad vasca no se diferencia sustancialmente de lo que acontece en el conjunto de España y de Europa. La diferencia principal ha estado en la velocidad del cambio. También hay que destacar que este proceso no se ha pro-ducido de igual forma, ni al mismo ritmo en las diferentes zonas de Bizkaia. La mayoría de los habitantes de Bizkaia se manifiesta religiosa y particular-mente católica. Si se analiza la estima de las celebraciones religiosas con motivo de acontecimientos como el nacimiento (bautismo), el matrimonio (sacramento del matrimonio) y la muerte (funerales), el resultado es que son deseadas por un 70%. Entre 1990 y 1995, el porcentaje de ciudadanos vascos que se consideran personas religiosas ha pasado de un 63% a un 67%. Ahora bien, estos datos no se pueden identificar con lo que llamamos el catolicismo practicante. Éste, no obstante, al-canza a un significativo 35% de la población que es el que participa con frecuencia en la eucaristía (si bien el porcentaje de participación semanal de la población se sitúa entre el 10 y el 15%). El dato más sobresaliente habla de la emergencia de un nuevo ámbito reli-gioso: el de la religiosidad difusa. Está formado por aquellas personas que han abandonado las prácticas del catolicismo institucionalizado y se siguen conside-rando personas religiosas. Creen en Dios, pero de forma indefinida. La identidad cristiana queda descafeinada y diluida. La religión católica sigue siendo un hecho público relevante, pero pierde capacidad de reunir y de orientar la religiosidad glo-balmente entendida. En este ámbito de la creencia difusa aparecen nuevas prácti-cas religiosas, al margen de los caminos tradicionales, así como desplazamientos de lo sagrado a ámbitos anteriormente profanos como el culto al cuerpo o el depor-te. Por otro lado se percibe el desarrollo de una nueva sensibilidad religiosa, de carácter existencial. En los últimos años ha aumentado la proporción de personas para quienes la religión es muy importante en sus vidas, pasando esta cifra del 20% en 1990 al 26% cinco años más tarde. Si en 1990 el 48% decía encontrar consuelo y
fortaleza en la religión, esta cifra ascendía en 1995 al 53%. Está aumentando signi-ficativamente el número de personas que piensa en el significado y sentido de la vida. Los jóvenes vascos que se consideran �orantes� (en sentido amplio) superan sorprendentemente al de los que se dicen religiosos. Se trata, en último término, de indicadores de una religiosidad más existencial que también están transformando el propio catolicismo. Este tipo de religiosidad demanda de la Iglesia respuestas sobre el sentido de la vida, una vivencia más comunitaria, más espiritualidad, más experiencia religiosa. En el ámbito joven aparece con mayor claridad esta renova-ción existencial de la religión cristiana institucional. La creencia difusa y la nueva religiosidad existencial son también interlocuto-res de la evangelización, que están pidiendo atención y discernimiento. Son opor-tunidad para el anuncio del Evangelio, en la medida en que señalan una demanda de significado religioso y, por consiguiente, una búsqueda renovada del cristianis-mo como propuesta religiosa. Llaman a proponer de modo renovado la experiencia cristiana de Dios, a avivar la propia espiritualidad y a una renovación evangélica de la propia Iglesia. Pero a la vez suponen un riesgo de deformación de la fe cristiana, ya que ésta no cultiva un sentimiento indefinido y se resiste a proponer una fe a la carta, a la medida de los deseos de las personas.
III. OBJETIVOS PROGRAMÁTICOS
EL PLAN COMO INTENTO DE DIÁLOGO Y DE RESPUESTA La Iglesia local −obispos, presbíteros, religiosos/as y seglares− descubre en la situación social y diocesana actual una llamada del Espíritu a fortalecer su identidad evangelizadora. Cuatro realidades sobresalientes canalizan esa llamada y reclaman la aten-ción de la Iglesia de Vizcaya de modo singular:
• la exclusión social en sus diferentes formas (desempleados, trabajado-res precarios, transeúntes, emigrantes, pueblos empobrecidos, toxicó-manos, presos, familias en extrema pobreza, entre otros);
• la necesidad de pacificación en un momento en el que la violencia, la
intolerancia y la falta de diálogo dividen a la sociedad, a las familias y a la comunidad eclesial;
• la renovación de la comunidad cristiana en su conjunto y, en particular,
de los promotores de la evangelización, y
• la existencia de una religiosidad difusa, fruto en buena medida de la se-cularización, la increencia y la crisis de algunas formas institucionali-zadas de la religión, junto a nuevos intentos de búsqueda religiosa.
La Iglesia local entiende que, para ser fiel al Señor Jesús hoy y aquí, debe subrayar aquellos aspectos más misioneros de su actividad evangelizadora (el testimonio, el anuncio, la denuncia y el compromiso transformador). Ésta es la aspiración del segundo Plan Diocesano de Evangelización:
IMPULSAR LA EVANGELIZACIÓN MISIONERA EN UNA SOCIE-DAD MARCADA POR LA EXCLUSIÓN SOCIAL, LA VIOLENCIA Y LA INCREENCIA, DINAMIZANDO Y RENOVANDO LA VIDA CRISTIANA DE TODO EL PUEBLO DE DIOS.
El plan se estructura en LÍNEAS DE ACTUACIÓN que responden a las cuatro dimensiones básicas de la vida cristiana: el servicio a la sociedad, el anuncio de Jesucristo, la liturgia y la edificación de la comunidad. En concreto, la Iglesia de Bilbao pretende durante los próximos cinco años lo siguiente:
1. La potenciación en la Iglesia local y en sus miembros del COMPROMI-SO TRANSFORMADOR de la sociedad.
2. La intensificación de la PROPUESTA DE LA FE, de modo personal y
comunitario.
3. El fortalecimiento de una VIDA DE ORACIÓN Y DE CELEBRACIÓN más intensa y significativa.
4. La renovación de los SUJETOS DINAMIZADORES y DE LAS ES-
TRUCTURAS de la Iglesia para impulsar una evangelización misionera. Estas Líneas de Actuación se desgranan en los siguientes OBJETIVOS. 1. LA POTENCIACIÓN EN LA IGLESIA LOCAL Y EN SUS MIEM-
BROS DEL COMPROMISO TRANSFORMADOR DE LA SOCIE-DAD
1.1. Impulsar la participación de los seglares en partidos políticos, sindi-
catos, plataformas cívicas, movimientos sociales, ONGS e instancias similares, con un especial compromiso a favor de la solidaridad y la pacificación.
1.2. Estimular a las familias, comunidades eclesiales y centros educativos
de la Iglesia para que eduquen en estos valores evangélicos: el respe-to a la vida, la tolerancia, la atención a los más débiles y la búsqueda de la justicia.
1.3. Implicar al conjunto de la comunidad eclesial contra toda clase de
marginación (parados, inmigrantes, sin techo, ancianos...), cultivan-do un estilo de vida austero y solidario, y promoviendo la participa-ción en Cáritas y otras organizaciones que buscan garantizar el dere-cho de toda persona a contar con los medios necesarios para su desa-rrollo integral.
1.4. Impulsar en la comunidad cristiana y en la sociedad acciones y com-
promisos que sensibilicen sobre la tragedia de la desigualdad mun-dial y contribuyan eficazmente a construir un mundo más justo y más fraterno.
1.5. Promover una pastoral que facilite la adecuada integración eclesial de
las personas y colectivos que, por su condición sexual, su situación conyugal y familiar, sus actitudes críticas o por cualquier otro motivo, están o se sienten marginados por la comunidad cristiana y distantes de ella.
1.6. Desarrollar una presencia pública más activa de los miembros de la
Iglesia diocesana en el compromiso por la pacificación de nuestro pueblo que urja una paz basada en el diálogo, en el respeto a los dere-chos humanos individuales y colectivos y en la profundización de la democracia, fomentando la reconciliación social y la tolerancia hacia las diferentes opciones políticas.
1.7. Acercarse, con signos y gestos significativos, a las personas y familias
que sufren las consecuencias de la violencia: víctimas, amenazados, presos...
2. LA INTENSIFICACIÓN DE LA PROPUESTA DE LA FE DE MODO PERSONAL Y COMUNITARIO
2.1. Fomentar el anuncio explícito de Jesucristo en los diferentes ambien-
tes de vida (familias, mundo del trabajo, espacios de estudio, ocio y tiempo libre, entornos asociativos), desde la palabra, el testimonio de vida y el compromiso transformador.
2.2. Proclamar la fe denunciando, con acciones y gestos concretos, las
situaciones de injusticia y violencia que se oponen al Dios de la Vida, de la Paz y de la Solidaridad.
2.3. Revitalizar las comunidades cristianas para que sean lugares de
experiencia viva y contagiante de Dios, y signo eficaz de fraternidad en nuestros barrios y pueblos.
2.4. Renovar los procesos de iniciación y maduración cristiana de niños,
de jóvenes y, en particular, de adultos, buscando una fe personaliza-da, una vivencia religiosa más honda, una inserción eclesial activa, un discernimiento vocacional y un compromiso evangelizador en línea con las orientaciones de este plan.
2.5. Impulsar el papel fundamental de la familia como espacio de expe-
riencia religiosa e iniciación a la vida cristiana.
2.6. Responder a las demandas de tipo religioso, promoviendo una pasto-ral sacramental evangelizadora, es decir, misionera, personalizadora y de opción por los excluidos.
2.7. Cuidar las celebraciones de religiosidad popular, sobre todo en los
tiempos litúrgicos fuertes, como acontecimientos que posibiliten la conversión y el acercamiento de personas alejadas o en búsqueda de Dios.
2.8. Actualizar el compromiso misionero y la mutua colaboración con
otras Iglesias, especialmente a través de Misiones Diocesanas. 3. EL FORTALECIMIENTO DE UNA VIDA DE ORACIÓN Y DE CELEBRACIÓN MÁS INTENSA Y SIGNIFICATIVA
3.1. Fomentar la experiencia personal de Dios a partir de la Palabra reve-
lada y de la vida, por medio de la oración individual y comunitaria y de una lectura creyente de la realidad inspirada en la opción por los pobres.
3.2. Cuidar la celebración de la Eucaristía procurando una participación
consciente y activa, prestando atención a la actualización del misterio de Dios en la historia, con especial sensibilidad hacia las realidades de exclusión social y de violencia.
3.3. Promover una preparación y celebración digna de los sacramentos, elaborando criterios que garanticen su autenticidad y buscando la mayor unidad posible en la práctica diocesana.
3.4. Impulsar la pastoral del sacramento de la reconciliación y su celebra-
ción según los modos propuestos por la reforma litúrgica.
3.5. Reconocer individualmente y como Iglesia local la necesidad de con-versión sincera ante Dios y ante los hermanos por las infidelidades, errores y omisiones en el compromiso por la justicia social y la paz.
3.6. Emplear en las celebraciones litúrgicas, según la situación de cada
comunidad cristiana, las dos lenguas de nuestro pueblo, como signo de mutuo respeto y reconciliación.
3.7. Procurar unas celebraciones más cuidadas de la Eucaristía y demás
sacramentos en los tiempos litúrgicos fuertes, con la participación coordinada y armónica de los diversos ministerios litúrgicos laicales.
4. LA RENOVACIÓN DE LOS SUJETOS DINAMIZADORES Y DE
LAS ESTRUCTURAS DE LA IGLESIA PARA IMPULSAR UNA EVANGELIZACIÓN MISIONERA
4.1. Promover la corresponsabilidad en todos los ámbitos y estructuras de
la vida eclesial como expresión de una Iglesia que quiere evangelizar en una sociedad y cultura democráticas.
4.2. Impulsar la Acción Católica y otras formas de asociacionismo laical
(comunidades y grupos de referencia) como medio que favorezca el crecimiento de la fe, la esperanza y el compromiso evangelizador del laicado.
4.3. Potenciar procesos de formación del laicado y de los presbíteros que
ayuden a dar razón de la fe y a ejercer la misión en la Iglesia y en el mundo.
4.4. Promover la dignidad y los derechos de la mujer en la sociedad y en la
Iglesia.
4.5. Renovar la ministerialidad en la Iglesia, el servicio pastoral a las comunidades cristianas: a) impulsando las vocaciones al ministerio presbiteral, b) estudiando la conveniencia de establecer en la diócesis el diaconado permanente, c) animando las vocaciones a la vida con-sagrada, d) encomendando a laicos y laicas tareas pastorales, y e) promoviendo ministerios laicales.
4.6. Estimular el conocimiento del carisma de la vida religiosa y su parti-
cipación en la Iglesia diocesana, valorando el sentido cristiano de su forma de vida y sus aportaciones a la misión evangelizadora.
4.7. Potenciar el uso del euskera en las instancias diocesanas, según la si-tuación particular, asumiendo así la realidad bilingüe y pluricultural de Bizkaia.
4.8. Favorecer la colaboración pastoral con la archidiócesis de Pamplona-
Tudela y las diócesis de San Sebastián y Vitoria, teniendo en cuenta la realidad y problemática común.
IV. LECTURA IMPLICATIVA de parroquias, sectores, asociaciones laicales y comunidades religiosas
La lectura implicativa de parroquias, sectores, asociaciones laicales y co-munidades religiosas es parte fundamental de este Plan Diocesano de Evangeli-zación. Ello explica su publicación. La lectura implicativa ha sido realizada por cada una de las unidades pas-torales: parroquias, sectores, asociaciones laicales y comunidades religiosas. Incluye una selección de objetivos prioritarios, uno por lo menos de cada una de las cuatro líneas de actuación, así como la concreción de acciones y responsa-bles. En este apartado sólo se incluyen los objetivos seleccionados. Las acciones y responsables forman parte de las programaciones locales y se irán madurando y concretando cada año. Se encuentran aquí los resultados recibidos. Es posible que se hayan dado algunos que no constan a la comisión de preparación del plan. Hay otros que no aparecen en esta publicación. Son concretamente las lecturas realizadas por comisiones de área pastoral de un sector (por ejemplo, la comisión de liturgia de Abando-Albia o la de Cáritas de Ibaigane). La selección de objetivos en parroquias y sectores no se ha efectuado de manera homogénea. Hay parroquias que han realizado la lectura implicativa sectorialmente y que consecuentemente consideran como propia la lectura del sector. Hay otras, la mayoría, que han hecho una doble selección de objetivos, una para la parroquia, otra para llevar a cabo conjuntamente con el sector. Hay otras, las menos, que han hecho una lectura parroquial al margen del sector. Buena parte de las comunidades religiosas no han hecho en cuanto tales la lectura implicativa, sino que han participado en las parroquias y sectores. Los servicios centrales y los organismos autónomos han participado de modo diverso a los territorios. Su contribución se ha dado en el momento de madurar las Acciones Diocesanas. Cada curso, elaborarán las programaciones propias como desarrollo del plan y sobre todo, como apoyo al desarrollo de los objetivos que cada unidad pastoral se ha propuesto. Aparece al final el listado de los mismos. La selección de objetivos de la lectura implicativa, está dispuesta a conti-nuación en cuadros, por vicarías y sectores, para facilitar así su comprensión y utilización.
* Han participado Bidari, Sal y Luz, Adsis, Comunidades eclesiales de origen diocesano, Fe y Justicia, Itaka (también en sector), Evangelio y Solidaridad/Seglares Claretianos (también en sector), Comunidades Neo-catecumenales, Seminario del Pueblo de Dios, Renovación Carismática, Movimiento Focolares, Comuni-dad de Altamira. La �G� señala aquellos objetivos más subrayados.
* No están todas las que han participado. Varias han entregado la lectura implicativa incluida en los secto-res. Muchas han participado desde sus miembros en Consejos Pastorales, etc.
** FERS: Religiosos que trabajan en Pastoral de la Salud (Hijas de S. José, Apostólicas del Corazón de Jesús, Hermanas de la Providencia, Hnos. de S. Juan de Dios, MM. Angélicas, Hijas de la Caridad.
* El CDJ ha incluido en su programación más objetivos y con otra formulación que los que aquí están se-leccionados.
SERVICIOS CENTRALES Y ORGANISMOS AUTÓNOMOS Como se dice al inicio los servicios centrales y organismos autónomos han participado en la lectura implicativa, pero de modo diverso a los territorios. Su contribución se ha dado en el momento de madurar las Acciones Diocesanas. Curso a curso, elaborarán las programaciones propias como desarrollo del plan y sobre todo, como apoyo al desarrollo de los objetivos que cada unidad pastoral se ha propuesto. Son éstos:
• Instituto Diocesano de Teología y Pastoral • Servicio Diocesano de Formación de Laicado • Escuela Diocesana de Educadores • Escuela de Magisterio N. S. de Begoña • Misiones Diocesanas • Cáritas Diocesana • Delegación episcopal de Liturgia • Delegación episcopal de Catequesis • Delegación episcopal de Pastoral Vocacional • Delegación episcopal de Pastoral Social • Delegación episcopal de Educación • Delegación episcopal de Medios de Comunicación Social • Delegación episcopal de Apostolado Seglar • Secretariado diocesano de Juventud • Secretariado diocesano de Pastoral del Matrimonio y de la Familia • Secretariado diocesano de Pastoral Obrera • Secretariado diocesano de Pastoral de la Salud • Comisión Paz y Reconciliación • Departamento de Economía
V. ACCIONES DIOCESANAS
Observaciones a) Las acciones siguientes responden básicamente a las demandas presentadas
por los grupos que realizaron la lectura implicativa. Entonces se veía la nece-sidad de favorecer apuestas y acciones que fueran realizadas por el conjunto de la diócesis.
b) Atendiendo en buena parte a dichas demandas, los servicios centrales y or-
ganismos autónomos de la diócesis, así como el Consejo Episcopal realizaron su aportación; posteriormente, la comisión de redacción presentó la pro-puesta de Acciones Diocesanas al Consejo Pastoral Diocesano el 20 de junio de 1998.
c) El Consejo Pastoral Diocesano realizó diversas aportaciones y concretó dos
consideraciones importantes:
• Conviene tener en cuenta que no se parte de cero, sino que las acciones diocesanas inciden en objetivos y tareas que ya se realizan en parte en la comunidad cristiana, o tratan de sumar esfuerzos a iniciativas ya presen-tes en la sociedad (sobre todo en lo referente a la exclusión social y a la pacificación).
• Hay que jerarquizar las acciones según su importancia, su urgencia y su
capacidad de implicar al máximo de personas. En este sentido, el Consejo subrayó especialmente las acciones 1 (comenzando por la problemática laboral de la juventud), 7, 8, 9, 19, 20 y 21. En un segundo grado se cita-ron las acciones 2, 10, 12, 13 y 17.
1. ABORDAR CADA AÑO UNA REALIDAD DE EXCLUSIÓN SO-
CIAL1
Coordinación: Delegación de Pastoral Social.
1.1. Elaboración de una revisión de vida (ver, juzgar y actuar) sobre la correspondiente realidad de exclusión, buscando la participación del mayor número de grupos.
Resp.: Cáritas Diocesana.
1 La acción se inspira en buena medida en experiencias realizadas recientemente en la
diócesis (�Vivir un mes con el salario mínimo�, �Viernes solidario�) y se desarrollará primor-dialmente durante el Adviento y la Cuaresma. Han sido señalados los ámbitos siguientes: jóve-nes y trabajo, inmigrantes, Tercer Mundo, transeúntes y mujer. El Consejo Pastoral Diocesano ha propuesto comenzar por el que se cita en primer lugar.
1.2. Realización de una campaña educativa de sensibilización destinada a alumnos/as, familias, educadores, catequistas y monitores.
Resp.: Delegaciones de Educación y de Catequesis, Secre-
tariado de Juventud y Fundación EDE.
1.3. Organización de una jornada diocesana a favor de la �inclusión so-cial� del ámbito y colectivo elegido.
Resp.: Delegación de Pastoral Social.
1.4. Promoción de un programa concreto como respuesta de la Iglesia
local.
Resp.: Cáritas Diocesana.
1.5. Elaboración de materiales litúrgicos referentes a esa problemática.
Resp.: Delegación de Liturgia.
1.6. Realización de gestos de denuncia y compromiso personal.
Resp.: Consejos Pastorales. 2. FORTALECER LA ESTRUCTURA TERRITORIAL DE CÁRITAS
2.1. Subrayado de la identidad de las Cáritas parroquiales y sectoriales.
Resp.: Cáritas Diocesana, Cáritas locales y Consejos Pas-torales.
2.2. Promoción de la dimensión de la caridad en toda la comunidad
cristiana.
Resp.: Grupos de Cáritas y Consejos Pastorales.
2.3. Desarrollo de programas y proyectos de respuesta a la pobreza.
Resp.: Cáritas Diocesana y Cáritas locales. 3. SENSIBILIZAR SOBRE ESTILOS DE VIDA ALTERNATIVOS
3.1. Creación de un espacio de reflexión y de propuestas viable sobre con-sumo y redistribución de la riqueza.
Resp.: Instituto Diocesano de Teología y Pastoral (IDTP),
Cáritas Diocesana y Delegación de Misiones Dioce-sanas.
4. DESTINAR EL 1% DE LOS PRESUPUESTOS AL TERCER MUN-DO
4.1. Presentación de la propuesta a los organismos con capacidad de deci-
sión (consejos, asambleas, plenos).
4.2. Revisión y renovación anual del compromiso adquirido.
Resp.: Departamento de Economía, Consejos Pastorales, Juntas Económicas, Administraciones Económicas de colegios, comunidades y otros organismos y aso-ciaciones.
5. ABORDAR LA EXCLUSIÓN QUE SE DA EN LA PROPIA IGLESIA
5.1. Analizar la realidad de personas y colectivos marginados en la Igle-sia.
Resp.: Vicaría General y Consejos Pastorales.
6. CLARIFICAR LAS COMPRENSIONES SOBRE LA PACIFICA-
CIÓN
6.1. Organización de un seminario sobre las diversas concepciones de paz y pacificación existentes en la comunidad cristiana.
Resp.: IDTP.
7. PROMOVER EN LA COMUNIDAD CRISTIANA EL DIÁLOGO
SOBRE LA PACIFICACIÓN
7.1. Creación de foros de debate en las comunidades, desde la perspecti-va específica de la fe cristiana, incorporando la dimensión oracional.
Resp.: Consejos Pastorales.
7.2. Promoción de campañas sobre el diálogo como medio de resolver
los problemas en los diversos ámbitos (familia, sociedad, Iglesia).
Resp.: Consejos Pastorales. 8. INTENSIFICAR EL APOYO A LAS VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA
(familiares de muertos, heridos en atentados, personas amena-zadas...)
8.1. Creación de una comisión diocesana para el acompañamiento a las
víctimas.
Resp.: Comisión Diocesana de Paz y Reconciliación. 8.2. Creación de comisiones locales.
Resp.: Consejos Pastorales y Comisiones locales de Paz y Reconciliación.
9. ATENCIÓN A LOS PRESOS Y A SUS FAMILIAS 9.1. Creación de una comisión diocesana.
Resp.: Secretariado de Pastoral Penitenciaria y Comisión Diocesana de Paz y Reconciliación.
9.2. Creación de comisiones locales.
Resp.: Consejos Pastorales y Comisiones locales de Paz y Reconciliación.
10. ASUMIR LA REALIDAD BILINGÜE
10.1. Explicitación de la pastoral lingüística de la diócesis (criterios, obje-tivos, medidas).
Resp.: Consejo Pastoral Diocesano y Consejo del Presbite-
rio.
10.2. Elaboración de orientaciones para la utilización del euskera en la li-turgia.
Resp.: Delegación de Liturgia.
10.3. Ofrecimiento de una formación teológico-pastoral bilingüe
Resp.: Facultad de Teología, IDTP, Servicio Diocesano de
Formación del Laicado (SDFL) y Fundación EDE.
10.4. Análisis de la realidad lingüística de cada lugar.
Resp.: Consejos Pastorales. 11. CELEBRAR LOS 50 AÑOS DE LA DIÓCESIS
11.1. Lectura creyente de la historia de la diócesis.
Resp.: Consejos Diocesanos (Pastoral, Presbiteral y Epis-copal) y Cabildo de la Catedral.
11.2. Petición pública de perdón a Dios por las infidelidades en el compromiso por la justicia social y la paz.
Resp.: Consejo Episcopal.
11.3. Celebración del aniversario (otoño del año 2000).
Resp.: Vicaría General.
12. RENOVAR LA MINISTERIALIDAD DE LA IGLESIA LOCAL 12.1. Organización de retiros de carácter vocacional para los jóvenes.
Resp.: Secretariado de Juventud y Seminario Diocesano.
12.2. Discernimiento de la posible institución del diaconado permanente.
Resp.: Consejo Presbiteral y Consejo Pastoral Diocesano. 12.3. Asignación de responsabilidades pastorales y de ministerios a laicas
y laicos.
Resp.: Obispos, Consejo Episcopal, Delegación de Aposto-lado Seglar y SDFL.
13. POTENCIAR LA ACCIÓN CATÓLICA 13.1. Elaboración de un documento explicativo.
Resp.: Consejo Diocesano de Acción Católica. 13.2. Presentación del documento en los sectores pastorales.
Resp.: Vicarios territoriales y delegados de sector. 13.3. Ofrecimiento de la Acción Católica (general y especializada) como
proceso de iniciación y maduración cristiana.
Resp.: Consejo Diocesano de AC y delegados de sector. 13.4. Apoyo a la convergencia de Geideak con MJAC y de Helduak con AC
General de Adultos.
Resp.: Los movimientos citados, Consejo Diocesano de AC, Delegación de Apostolado Seglar y Vicaría General.
14. IMPULSAR LA RECEPCIÓN DE LAS ORIENTACIONES PARA LA INICIACIÓN CRISTIANA DE JÓVENES Y ADULTOS
14.1. Incorporación de la pedagogía de la acción a los procesos existentes.
Resp.: Secretariado de Juventud, delegados de sector y equipos de monitores.
14.2. Realización de convocatorias diversificadas a adolescentes y jóvenes.
Resp.: Secretariado de Juventud y equipos de monitores. 14.3. Ofrecimiento del catecumenado de adultos
Resp.: Delegación de Catequesis (adultos), Consejo Dioce-sano de Comunidades y delegados de sector.
15. IMPULSAR LA DIMENSIÓN PASTORAL DE LA OFERTA EDUCA-
TIVA EN LA IGLESIA LOCAL 15.1. Elaboración y presentación de la propuesta.
Resp.: Delegación Diocesana de Educación. 15.2. Elaboración del perfil para profesores de religión y tratamiento en ca-
lidad de �laicos liberados�. Resp.: Vicaría General, vicarios territoriales y Delegación
Diocesana de Educación. 15.3. Realización de propuestas pastorales a padres de alumnos y profeso-
res.
Resp.: Responsables de centros, Delegación Diocesana de Educación, FERE y asociaciones de padres FECAPP.
15.4. Creación y consolidación de equipos pastorales en los centros.
Resp.: Responsables de centros, Delegación Diocesana de Educación, FERE y Secretariado de Juventud.
15.5. Constitución del Consejo Diocesano de la Educación Cristiana.
Resp.: Vicaría General y Delegación Diocesana de Educa-ción.
16. CONVOCAR A CRISTIANAS Y CRISTIANOS PRESENTES EN ME-DIACIONES SECULARES (partidos, sindicatos, movimientos so-ciales, plataformas profesionales, ámbitos de marginación...)
16.1. Realización periódica de una lectura creyente de la realidad en grupo. 16.2. Elaboración de materiales de formación, para profundizar en cuestio-
nes específicas (éticas, doctrinales), teniendo en cuenta la Doctrina Social de la Iglesia.
16.3. Organización de celebraciones (Eucaristía o Liturgia de la Palabra)
que sustenten el compromiso transformador.
Resp.: Delegación de Apostolado Seglar y Delegación Dioce-sana de Liturgia.
17. IMPULSAR EL PAPEL DE LA MUJER EN LA IGLESIA 17.1. Introducción de la perspectiva del género en los procesos de educa-
ción en la fe y en las comunicaciones (circulares, homilías, cartas pastorales, celebraciones).
Resp.: Obispos, presbíteros, Delegaciones y Secretariados.
17.2. Desarrollo de la reflexión sobre la situación de la mujer en el Iglesia
y en la sociedad.
Resp.: Movimientos de AC, Cáritas Diocesana, IDTP y De-legación de Apostolado Seglar.
17.3. Análisis de la situación de las mujeres excluidas, para promover la
solidaridad con ellas.
Resp.: Movimientos de AC, Cáritas Diocesana, IDTP y De-legación de Apostolado Seglar.
18. FOMENTAR LAS RELACIONES INTERDIOCESANAS 18.1. Coordinación de criterios de acción pastoral con las diócesis de
Pamplona-Tudela, San Sebastián y Vitoria.
Resp.: Obispos y organismos diocesanos (Delegaciones, Secretariados, Seminario...).
18.2. Participación en los encuentros interdiocesanos de Loiola.
Resp.: Obispos, vicarios, delegados de sector y responsa-bles de la Curia.
19. REVISAR LAS ESTRUCTURAS DE CORRESPONSABILIDAD 19.1. Elaboración de un guión de revisión de la identidad y del funciona-
miento de los Consejos Pastorales.
Resp.: Vicaría General y Vicarios territoriales. 19.2. Revisión de los Estatutos del Consejo Pastoral Diocesano.
Resp.: Comité Ejecutivo del Consejo. 20. CUIDAR LA PREPARACIÓN Y CELEBRACIÓN DEL BAUTISMO Y
DEL MATRIMONIO 20.1. Seguimiento del proceso ya iniciado (ver − juzgar − actuar) para la
elaboración del Directorio General Básico para los sacramentos del Bautismo y del Matrimonio.
Resp.: Consejo Episcopal, Consejo Presbiteral y Consejos
Pastorales.
20.2. Realización de propuestas de acompañamiento (escuelas de padres, catecumenados de adultos, movimientos, comunidades) con motivo de la preparación y celebración del sacramento.
Resp.: Delegados de sector, Secretariado de Pastoral del
Matrimonio y de la Familia, equipos responsables de la acogida y preparación de los citados sacra-mentos.
21. FORMAR AGENTES DE PASTORAL AL SERVICIO DE LA MISIÓN
EVANGELIZADORA 21.1. Coordinación de las propuestas actuales de formación.
Resp.: Vicaría General, Delegaciones, SDFL, IDTP y EDE. 21.2. Tratamiento de las iniciativas de formación en los sectores pastora-
les.
Resp.: Delegados de sector y Consejos Pastorales. 22. APOYAR A LA FAMILIA EN SU VIDA Y EN SU ACCIÓN EVANGE-
LIZADORA 22.1. Propuesta de materiales sobre aspectos de la vida familiar, para
incorporarlos a las actuales plataformas de pastoral con adultos.
Resp.: Secretariado de Pastoral del Matrimonio y de la Familia.
22.2. Elaboración de materiales (oraciones y cantos) para la evangeliza-
ción en los primeros años de la infancia.
Resp.: Delegación de Catequesis. 22.3. Propuesta de celebraciones dirigidas a la familia en momentos li-
túrgicos importantes.
Resp.: Delegación de Liturgia. 23. PROMOVER RESPONSABLES DE COMUNICACIÓN 23.1. Designación de un responsable de comunicación en cada ámbito
Resp.: Delegación de Medios de Comunicación, responsa-bles de organismos diocesanos y Consejos Pastora-les.
23.2. Organización de algún encuentro de responsables de comunicación.
Resp.: Delegación de Medios de Comunicación. 24. ORGANIZAR UNA CAMPAÑA DE UN CURSO SOBRE EL ANUN-
CIO EXPLÍCITO DE JESUCRISTO
Nota.- Esta campaña, análoga a la propuesta en primer lugar, ten-dría que ser pensada y propuesta por una comisión específi-ca, en la que participen las diversas instancias y realidades eclesiales.
