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PROF. CRISTÓBAL PERA LA MANO Y LA PALAB RA · vado a la elección de este tema : mi vida se va...

Date post: 27-Oct-2020
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PROF. CRISTÓBAL PERA

LA MANOY LA PALAB RA

PUBLICACIONES MEDICAS BIOHORM. - SECCIÓN: MEDICINA E HISTORIA | N.° R.: B. 1023-63 | D. L.: B. 27541-63 | EDITORIAL ROCAS. - DIRECTOR : DR. MANUELCARRERAS ROCA. COLABORAN : DR. AGUSTÍN ALBARRACIN - DR. DELFÍN ABELLA - PROF. P. LAIN ENTRALGO - PROF. J. LÓPEZ IBOR-DR. A. MARTIN DE PRA-DOS-DR. CHRISTIAN DE NOGALES - DR. ESTEBAN PADROS - DR. SILVERIO PALAFOX - PROF. J. ROF CARBALLO - PROF. RAMÓN SARRO - PROF. MANUEL USAN-DIZAGA-PROF. LUIS S. GRANJEL-PROF. JOSÉ M.1 LÓPEZ PIÑERO-DR. JUAN RIERA-PROF. DIEGO FERRER-DR. FELIPE CID-DIRECCION GRÁFICA: PLA-NARBONA

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De esta edición se han separado cien ejemplaresnumerados y firmados por el autor.

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I

El Título que nos ha convocado, probablemente con una cierta resonancia de diálogo en auto sacramental, con-juga dos exclusivas del hombre, precisamente las que le hacen y le muestran más humano : LA MANO Y LAPALABRA. Para penetrar rápidamente en el tema, vamos a relatar tres anécdotas que nos permitan pasardespués a una exposición más categórica.Un hombre camina hacia mí, nuestras miradas ya se confunden y se fijan mutuamente : ahora es su mano laque se me ofrece abierta y acoge la mía con una cálida presión ; de sus labios saltan unas palabras que re-suenan amables y gratas, que me confortan ; cada uno de sus gestos, todo su comportamiento denota satisfac-ción a la que yo correspondo : he aquí un encuentro amistoso.Un profesor frente a sus alumnos : las miradas de éstos confluyen, más o menos interesadas, en su figura, ysus palabras se van desgranando ordenadamente en un decir que quiere ser preciso y apasionado, mientras quesus manos nerviosas, contrapuntean todo lo que va expresando : he aquí un encuentro docente.Un paciente, llega al consultorio de un Médico : ante la puerta, éste, que le espera, estrecha su mano quese da imprecisa y temblorosa ; la mirada del enfermo es una mezcla agridulce de angustia y de esperanza y asus primeras palabras, a veces incompletas, separadas por largos silencios y en ocasiones atropelladas, respon-de el Médico con otras pausadas, seguras, que aportan tranquilidad y esperanza : he aquí un encuentro muy es-pecífico entre Médico y enfermo.Son éstos tres ejemplos sencillos, tres tipos de encuentros esquematizados, entre los muchos posibles entre doshombres. En todos ellos la comunicación establecida es función, entre otros factores, de una actitud global delos dos sujetos que establecen el contacto, de una disposición que pudiéramos calificar de «talante» ; el resultadode la comunicación —cuando es posible— dependerá de la suma algebraica de estos talantes. Pero por encimade esta disposición unitaria, destacan tres medios en los que la expresión se concentra, se polariza : la miradaque nos fija, que nos atrae y nos anuncia ya un estado de ánimo, la mano que se nos ofrece r—unas vecescálida y acogedora y otras fría y huidiza—, y la palabra que nos llama, nos nombra y nos dice.Es mi deseo plantear ante ustedes la profunda y trascendente problemática escondida tras esa mano que senos entrega y esa palabra que nos llama.Como toda elección es circunstancial, quiero empezar diciendo cuáles son las razones personales que me han lle-vado a la elección de este tema : mi vida se va realizando en dos líneas vocacionales, Cirujano y Profesor Uni-versitario, fundamentadas ambas, en un estrato más profundo, con una sincera atracción hacia la Cultura, no enun sentido beato y abstracto, sino, en lo que tiene para el hombre de dimensión radical, de verdadero desplie-gue perfectivo de sus cualidades humanas.Como Cirujano, la mano es el fundamento último de mi quehacer, pero la palabra dicha ante el enfermo, la pa-labra que infunde confianza y transfiere esperanza, hace posible y justifica su acción agresiva y curativa.Como docente Universitario, la palabra es el vehículo esencial de mi función, y la mano intenta matizar su ac-ción expresiva.Existen pues, a mi juicio, suficientes razones, para justificar este interés personal por la meditación de la manoy de la palabra.

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II

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III

El análisis ontológico del ser de este hombre de pie (dentro de la línea de la filosofía existencial), nos lleva acomprobar que, entre las realidades que nos rodean, entre las cosas que están ahí y con las cuales convivimos,puede extraerse la realidad de «ser útil», de lo que es esencialmente para algo. Y precisamente, a esta forma deser del «útil», la llamó HEIDEGGER «ser a la mano», y por ello, es manejable y disponible en nuestra cercaníacon posibilidad de manipulación. Resulta así algo tan radical, para la mano del hombre, como que ella es el ins-trumento de mediación entre este hombre y los entes que le rodean con posibilidad de manipulación, llegando adeterminar la caracterización ontológica de estos entes.Frente a estas cosas y frente a los otros hombres, ¿cuáles son las funciones que cumple esta mano del hom-bre actuando sobre su contorno? : Conoce, hace y expresa.La mano CONOCE, cuando toca, palpa, es decir, cuando encuentra y compara resistencia, cuando discriminasu temperatura, cuando recompone el contorno de un volumen ; la mano de un ciego o nuestra mano en la os-curidad, buscando la llave que nos dé la luz, conoce la fría y lisa superficie del cristal, la resistencia elástica ysonora de la madera, la firmeza opaca de una gruesa pared, hasta que, tanteando, consigue lo que busca.La mano sabe lo que es sentir el latido de la vida entre sus dedos. La mano del Médico y sobre todo la manodel Cirujano, tiene una experiencia apasionante acerca del conocimiento táctil de lo vivo, de lo reactivo del propiohombre. Recordemos los versos de GARCÍA LORCA en «Yerma» :«¿No has tenido nunca un pájaro vivo apretado en la mano? Pues lo mismo... pero por dentro de la sangre...»La mano del hombre HACE cuando agarra, ase, toma, golpea o cuando hace todo esto y más cosas, a través de unobjeto intermediario, de un instrumento. La mano —dijo ARISTÓTELES— es como el alma, instrumento de ins-trumentos, y al decirlo así, dejo ya constancia del alto rango de la mano del hombre.Cuando la mano hace, con instrumentos o sin ellos, está realizando una función técnica ; el hombre es preci-samente «homo faber» porque posee manos en toda su plenitud funcional; el trabajo, es una consecuencia de laacción inmediata de sus manos y con estas sus manos y con los instrumentos, el hombre ha ido imponiendosus ideas al mundo que le rodea, dominando la naturaleza.La mano por último, EXPRESA, posee una función expresiva. ¿ Qué expresa la mano del hombre ? De una ma-nera continua está expresando básicamente nuestro temperamento, nuestro carácter. Decía VERLAINE :

«Porque las manos tienen su carácter, son todo un mundo en movimiento...»

Sobre esta modulación de fondo las manos expresan, de una manera circunstancial, nuestro estado de ánimocomo la mano inquieta y angustiada que se cierra sobre sí misma, la que aprieta y destroza el cigarrillosobre el cenicero, las manos gozosas, que palmotean su alegría.Estas tres funciones, consideradas de manera aislada, con fines expositivos, puede decirse que en la mayoría delas ocasiones se presentan de manera conjunta.Detengamos la mirada contemplando la mano del médico que explora un paciente : su mano hace una seriede movimientos a nivel de las distintas articulaciones que le permiten controlar y matizar la fuerza de su pre-sión, suave en un principio, más intensa después ; su mano conoce y en este intento cognoscitivo está la clave desu acción ; se da cuenta de que existe una resistencia profunda, la delimita, juzga acerca de la calidad de su su-perficie —lisa, rugosa—, valora su movilidad. Todo este hacer y conocer tiene siempre —en manos de un ver-dadero clínico— el sabor de una creación artística.

IV

La función de la mano ha de entenderse por último en estrecha relación con la función intelectual, ya que la in-teligencia del hombre, se expresa haciendo y la acción del hombre es primariamente manual.Conviene recordar aquí, cómo los dos órganos más relacionados con el hombre, como FAEER (hacedor) y LOQUENS

(dotado de palabra), ocupan en la corteza cerebral motora una extensión desproporcionada con la que les corres-pondería de acuerdo con su superficie corporal.Si representamos en el dibujo de un hombre el tamaño de cada una de sus partes : cabeza, tronco, extremi-dades, manos y pies, de acuerdo con el área ocupada en la corteza cerebral, resulta un homúnculo monstruoso,dotado de manos enormes, lengua mayor que su cabeza y amplísima boca ; he aquí el substratum o prólogobiológico del homo-FABER y LOQUENS : he aquí cómo la mano y la palabra del hombre están ya grabadaspotencialmente en su propia carne.

V

Si pasamos ahora de la mano impersonal y abstracta a las manos de hombres concretos, nos encontramos conmarcadas diferencias en la función que estas manos cumplen como consecuencia de su variable situación dentrode una determinada estructura social.Se puede establecer, sobre estas bases, una verdadera sociología de la mano del hombre, en la que este módulole diferencia y le aparta del otro hombre.

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Desde el bíblico castigo ha habido y sigue habiendo, muchas manos sometidas a esta función mínima y primi-tiva de agarrar y golpear. Manos callosas, embotadas, con mínima función táctil, incapaces del placer de la cari-cia. Un poeta alicantino, MIGUEL HERNÁNDEZ, cantó a estas «inocentes manos animales a las que reviste una pielde invencible corteza».Puede hablarse aquí de una deshumanización de la mano, con pérdida de su versatilidad funcional. La manodeshumanizada es mano-herramienta, mano-instrumento, desvinculada del propio ser del hombre, desenrai-zada de su conexión intelectual; es mano enajenada o alienada. La mano que en nuestros días se dice «no cuali-ficada», la mano del simple peón, pertenece, sin duda, a este grupo deshumanizado.Pero también ha habido y hay muchas manos dedicadas a hacer, calladamente, con infinita paciencia unaobra bien hecha ; obra que unas veces era sencilla artesanía y otras cuasi-creación artística ; era y es la manodel artesano, la que con su quehacer contraponía sociológicamente las llamadas profesiones manuales a las li-berales. Y como sublimación de esta acción manual, la mano del artista.¿Qué significó la revolución técnica para esta deshumanización de la mano del hombre? En la técnica artesanael hombre actúa tan sólo con la mano y sus instrumentos, y en cierto modo manipula. La aparición de la má-quina capaz de trabajar por sí misma cuando se la pone en marcha, permite que la mano comience a dirigir ycomplementar su función. Es bien sabido, cómo a pesar de este principio teórico, en los comienzos de la revo-lución industrial la mano del hombre alcanzó uno de sus más bajos niveles de deshumanización.Pero en nuestro tiempo los molinos de los dioses no giran ya lentamente y nos encontramos inmersos en plenaautomatización industrial. Un simple ejemplo : En las fábricas «Ford» (donde precisamente surgió el término«automation»), las máquinas automáticas tardan sólo 15 minutos en hacer el bloque de un motor mientras quemanualmente en la misma operación transcurren 9 horas.¿Qué ocurrirá con la mano del hombre que trabaja? He aquí una cuestión que estamos viviendo aún, sin pers-pectivas y por lo tanto abierta a debate. Lejos ya de las ideas apocalípticas de SPENGLER, sobre la técnica, aun-que valorando el carácter no fundamental de esta técnica en la jerarquía de los valores humanos, la impre-sión no debe ser pesimista. Para DESSAUER, el trabajador servil y muscularmente esforzado se convertirá enmaestro que dirije e interviene y la exigencia de capacidad intelectual aumentará a medida que disminuyenlos trabajos mecánicos.Es posible que estemos en los umbrales de una nueva cultura de la mano del hombre, en el sentido de que éstase encontrará en condiciones de cultivar sus posibilidades más humanas.

VI

Esta deshumanización de la mano del hombre a lo largo de su historia, va paralela, a la depreciación social desu función y, desde el ángulo que ahora nos interesa personalmente fue motivo fundamental de las grandes difi-cultades que soportaron los Cirujanos hasta que, su quehacer adquirió rango social. Porque no olvidemos que lacirugía es «cheir-ergon», es decir, obra de las manos.En la medicina medieval la práctica médica era ejercida preferentemente por Médicos, mientras que la ac-ción quirúrgica, es decir, manual, estaba confiada a barberos-cirujanos, por estimarse indigna para quien po-seía un título universitario en medicina.

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LANFRANCO, italiano emigrado en Francia, a finales del siglo xni, era un clérigo que consiguió título universi-tario en Medicina, pero que dedicó su vida a la práctica de la Cirugía, de la que llegó a ser profesor en París.Desde su doble posición —médico y cirujano— luchó obstinadamente, por establecer a la cirugía, como una pro-fesión con igual dignidad que la medicina. Nada mejor, para conseguir clara idea de cuanto venimos dicien-do que leer un fragmento de la introducción de su famosa CHIRURGIA MAGNA :

«Oh Dios, ¿ por qué tan gran diferencia entre cirujanos y médicos ? Han abandonadoéstos la acción manual en manos de legos, porque desprecian el trabajo de las ma-nos... Entended esto bien, nadie puede ser buen médico si no conoce la cirugía y nin-guno será buen cirujano sin conocimiento de la Medicina.»

A partir de aquellos años se inició un largo y penoso camino de ascenso social, como lento reconocimiento dela jerarquía de su función manual. Pero no olvidemos que a finales del pasado siglo, un gran clínico francés,DIEULAFOY, decía apodícticamente :

«Porque es precisamente a nosotros, los Médicos, y no a ellos, los cirujanos, a quie-nes incumbe las más de las veces la difícil misión de establecer indicaciones y contra-indicaciones de la operación y elegir el momento oportuno de armar la mano delCirujano.»

Persiste aquí una evidente tendencia a disociar mano y acción intelectual dentro del propio cirujano, aocupar el médico lo que tiene el acto quirúrgico de elección y valoración mental, en definitiva, a seguir conside-rando a la mano como puro instrumento.Afortunadamente en nuestro tiempo estamos mucho más cerca de las viejas palabras de LANFRANC que de las casicontemporáneas de DiEULAFOY.¿Qué hace el Cirujano con sus manos? En primer lugar, una técnica, en cuanto saber hacer, donde éstas susmanos, son instrumentos de instrumentos : corta, diseca, liga, sutura, todas estas acciones con un ritmo per-sonal que quiere ser simultáneamente enérgico y acariciador, marcando los tiempos de unos movimientos quepretenden ser bellos a fuerza de eurritmia. Esta manipulación es siempre apasionante, puesto que se hace sobrela caliente resistencia de un hombre, cargado el Cirujano con la inmensa responsabilidad de su vida. La manodel Cirujano, es entonces el instrumento de una acción intelectual que se va desarrollando con una voluntad decuración. Podemos ver ahora, toda la fuerza expresiva, primaria e intuitiva que hay en esas palabras cotidiana-mente oídas : «Doctor, el paciente está en sus manos, dependiendo de su acción, entregado en esperanzas».Pero la acción del Cirujano no es solamente técnica —en el sentido de hacer una serie de maniobras operato-rias—, sino también noética o cognoscitiva.El conocimiento que el Cirujano adquiere por sus manos le es útil, antes, durante y después de la interven-ción. Antes de la intervención, como a todo Médico, la exploración manual, es muchas veces fundamento de sudiagnóstico, aunque en nuestros días, con la proliferación continuada de nuevas técnicas exploratorias, físi-cas, químicas y biológicas, se caiga en el error de olvidar los valores indudables que toda exploración manualdel paciente encierra, no sólo como medio de conocimiento acerca de la patología del enfermo, sino como valorsubstantivo dentro de la relación siempre difícil entre el enfermo y su Médico.Quiero decir con esto, que la exploración manual tiene no sólo un valor cognoscitivo, sino psicológico. ¿Cabemayor diferencia, en cuanto a eficacia, entre la mano del Médico que, sin prisa, sentado junto al enfermo, sedesliza sobre la superficie de su abdomen, aumentando gradualmente la presión, dejándose guiar por el dolor pro-vocado, al tiempo que le conforta y anima con sus palabras, frente al Médico que de pie hunde sus dedos bus-cando un punto doloroso prefijado en su mente?Hay pues, una tendencia a la pérdida del contacto manual entre el Médico y el enfermo, tendencia que se vapotenciando en cuanto que la medicina socializada, por defectos de organización que no de finalidad, acorta has-ta límites ridículos el contacto, la comunicación entre médico y enfermo y le obliga unas veces, y otras le acostum-bra a prescindir de la exploración manual que intenta sustituir en vano por una radiografía o un análisis de rutina.Queda aquí constancia de algo a nuestro juicio gravemente peligroso para la eficacia de la función del Médi-co y, desde luego, para la problemática siempre difícil —sobre todo en una medicina socializada— de la relaciónmédico-enfermo. Por último, no cabe duda de que, aunque en menor grado, la mano del Cirujano, expresa,mientras hace y conoce : básicamente, nos va mostrando su carácter, unas veces flemático, sosegado, otras ner-vioso, inquieto, entregado todo él en la responsabilidad de su acción. Y circunstancialmente la mano nos dicemuchas veces cuál es el nivel emocional del acto operatorio.

VII

Y tras la mano que estrecha cálidamente la nuestra, brota la palabra...El hombre, en la definición aristotélica, es «zoon loyon exon», es decir, «animal que habla», aunque en otrosentido ha podido ser traducida esta fórmula por la más conocida de animal racional. Con una intuición másprimaria, un poeta, PAUL VALERY, ha llamado al hombre «animal de palabras».

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¿Y qué es la palabra? ¿Qué interés tiene para mí, Cirujano y Profesor Universitario, el planteamiento, mo-desto pero sincero del problema radical de la palabra, «de ese poco de aire estremecido que desde la mañana delGénesis tiene poder de creación» ? En primera instancia encuentro dos motivaciones fundamentales :i.° El presunto valor de la palabra en la relación médico-enfermo.2.° La problemática de la palabra en la relación Profesor-Alumno.

VIII

Cuando yo digo algo, cuando estoy hablando en público, diciendo palabras, puedo distinguir, dentro de lacomplejidad de mi acción, un fenómeno acústico, más o menos grato en su sonoridad, un fenómeno visual ac-cesorio —los movimientos faciales y manuales en el decir— y por encima de todo una serie de significados ;porque la palabra es radicalmente un signo.Con ello quiero decir, que la palabra que yo digo está preñada de imágenes, de relaciones, de conceptos y de acep-ciones. La palabra tiene un significado más o menos fijo, y en segunda instancia, un número de acepciones encontinua actividad, es decir, un sentido.Cuando el contenido de la palabra es extraído, ésta se desintegra, y termina por evaporarse, como leve materialverbal, cumplida su función informadora, de simple mediación ; la palabra es, entonces, simple vehículo de co-municación inter-personal.Mas no siempre es así. Sucede a veces, que aquello que la palabra transmite es inseparable de ella, como tal.Sucede que, en raras ocasiones, las palabras escuchadas o leídas, no se desintegran, una vez cumplida su fun-ción mediadora, sino que, por el contrario, se sostienen en pie por sí solas, y alcanzan a transmitir un men-saje estético y transcendente.Decía PAUL VALERY :

«En cuanto la palabra, esa forma sensible, adquiere por su propio efecto y por su pre-sencia una importancia tal que se impone y se hace respetar, entonces, algo nuevose declara.»

Lo que se declara, según la bella expresión de VALE&Y, es el lenguaje poético. Porque la poesía, redime a lapalabra de su condición de signo, haciendo de ella un fin ; resulta entonces, que no es posible buscar algo trasla propia expresión verbal del poeta, desmenuzada, analizada, porque más allá del verso ya no hay nada.La palabra poética, pierde su transitoriedad, y se hace palabra eterna.

«Ni mármol duro y eternoNi música ni pinturaSino palabra en el tiempo.»

(A. MACHADO)

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Frente al lenguaje poético —la palabra en sí y para sí—, la palabra como carga de significado y de sentido.Mientras que la primera es ella misma, inseparable de la comunicación poética, la segunda es simple mediadorade nuestra cotidiana comunicación ; es ella, la que nos interesa primordialmente hoy.Esta palabra, puede intentar convencer, y se convierte entonces, en el logos dialéctico o convincente, cuyaforma de expresión lógica es el silogismo. Otras veces, su finalidad es fundamentalmente persuasiva comosucede en el logos retórico.Esta palabra no poética, tiene también un poder casi creador, puesto que con ella, el hombre, ayudado de susmanos, ha realizado la tremenda misión de dominar a la Naturaleza. Un profesor de antropología, de la Uni-versidad de Pensilvania (LOREN EUSELEY), ha expresado estas ideas con palabras dignas de un poeta :

«Nosotros, los hombres, llegamos en un momento único en la historia geológica, y so-mos igualmente únicos. Traemos desde la oscuridad de los bosques un mundo mágicoy latente dentro de nuestras cabezas. Algo invisible, un soplo de aire llamado pa-labra, ha creado los sueños que llamamos ciudades y gobiernos, hospitales y clíni-cas ; son palabras materializadas, son soplos del aire.»

Esta palabra con poder de creación, esta palabra que como decía ESQUILO, puede tener la fuerza de una flecha,nos interesa ahora dentro de dos situaciones ejemplares y concretas :i.° La palabra en la relación del médico con el enfermo.2." La palabra en la relación del profesor con el alumno.Es un hecho indudable que la relación entre el Médico y su enfermo, es específica, y presenta facetas no re-ductibles a una simple comunicación.No es nuestro propósito estudiar ahora, analíticamente, cuáles son las características de esta apasionante re-lación, pero sí es necesario que precisemos los siguientes puntos :En la relación médico-enfermo, se encuentra un hombre que necesita ayuda y otro que tiene capacidad paraayudarle. Sobre este hombre necesitado de ayuda, el Médico debe llevar a cabo una tarea compleja, inicialmentecognoscitiva —^búsqueda del diagnóstico—, y después ejecutiva •—realización del tratamiento—. En toda esta ta-rea, el enfermo es realmente un objeto para el Médico que explora y para el Cirujano que opera ; el enfermoqueda así aparentemente convertido, como tal objeto, en puro espectáculo durante la exploración diagnóstica ydespués en instrumento de la acción curativa.Desde HIPÓCRATES, hasta comienzos de nuestro siglo, la relación entre el Médico y el enfermo ha sido —empleandola terminología sartriana— una relación objetivante, que hace del hombre objeto, que en cierto sentido lo degrada.No puede dudarse de los resultados efectivos que esta actitud ante la relación médico-enfermo ha producido, perotambién es indudable, que esta relación es algo que puede mejorarse. Precisamente con SiEBECK y VON WEIZ-

SACKER, el acto médico se convierte en un acto de hombre a hombre : estamos en plena medicina antropológica.Junto a esta medicina personal, ciencia de la persona humana, que coloca al hombre como centro de su sistema,surge como dialéctica de contrario, la medicina social de nuestra hora más inmediata. Una medicina impuestapor el justo ascenso de todos y cada uno de los hombres, al conjunto de una serie de seguridades sociales, y almismo tiempo a la necesidad apremiante de los Estados modernos de realizar estos objetivos ante el empujeviolento de la teoría y de la praxis marxista.

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Este modo de hacer la medicina y la cirugía, supone de entrada, graves cortapisas a los postulados de la medicinapersonal ; el enfermo no busca a su médico con el que comenzar el diálogo en una posición de confianza previa,que facilite la transferencia afectiva, sino que lo encuentra ya totalmente pre-determinado por un mecanismoburocrático e impersonal. Su médico es el médico de una hora de consulta o de un determinado consultorio. \ Quéduda cabe que esta relación puede ser humanizada dentro del plano de la medicina social! La libre eleccióndel médico, la disminución del número de enfermos —no puede esperarse verdadera relación personal entre elmédico y su enfermo n.° 3 cuando sabe que ya le espera el enfermo n.° 35— serán, entre otras, las circuns-tancias que deben de ser revisadas.Ya dijimos, en otro lugar, que el tema de nuestro tiempo en la patología, ha de ser el conseguir una síntesisarmoniosa entre la medicina personal o antropológica y la medicina socializada, evitando el peligro, ya existen-te, de una nueva y peligrosa deshumanización de la relación médico-enfermo.Pero no viene sólo del lado de la socialización el peligro para la deshumanización de la relación médico-en-fermo. También existe este peligro como consecuencia de la amplia y variada tecnificación de los procedimien-tos diagnósticos. La historia clínica —punto clave del diálogo de confianza entre el Médico y su paciente— haperdido para muchos valor jerárquico y su realización se abandona —sobre todo en la Medicina Hospitalaria—en manos de persona3 de insuficiente formación ; el Médico prescinde del diálogo inquisitivo con el enfermo eintenta sustituirlo con la lectura de un breve relato, muchas veces de autor anónimo, del que trata de extraerrápidamente un complejo sindrómico, para pasar a ordenar sin detenerse una serie de métodos exploratorios, ra-diográficos, químicos y biológicos. Estos métodos, es cierto, permiten el diagnóstico en un número elevado de ca-sos, y la consecuencia es, que el paciente recoge su tratamiento o llega a la mesa de operaciones sin haber tenidola oportunidad de establecer contacto personal con el Médico que ha estado dirigiendo a distancia su procesodiagnóstico y terapéutico : son éstos, tele-diagnósticos y tele-tratamientos.Impresiona comprobar, la semejanza entre estos errores actuales y la descripción que hace PLATÓN en LASLEYES de las diferencias existentes entre el Médico de los esclavos y el médico formado científicamente quecuraba hombres libres. Decía PLATÓN :

«Los Médicos de esclavos corren de unos pacientes a otros y dan sus instruccionessin hablar (avsuXoyov) es decir, sin pararse a razonar sus actos a base de simplerutina.»

¿Qué valor tiene pues, la palabra en esta comprometida y siempre crítica relación entre el médico y el enfer-mo? La palabra es la clave del contacto que se establece entre quien tiene necesidad de ayuda y quien puedeayudarle. La palabra, en primer lugar, llama y nombra al paciente y simplemente en el acto de ser llamadopor su nombre, el paciente se siente extraído de la masa, se encuentra asimismo personalizado, liberado.La palabra pregunta, inquiere acerca de sus dolencias : es palabra inquisitiva. Pero también es palabra con-ductora en cuanto que dirige y modula la palabra del paciente : la estimula en sus silencios significativos, la tran-quiliza en sus fases excesivas, verborreicas. La palabra, en definitiva, cumple en el Médico, utilizando adecua-damente el decir del enfermo, una función de conocimiento que le lleva junto con el uso de los medios llamadoscomplementarios, al diagnóstico.

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La palabra del Médico, por último, sugiere o afirma el diagnóstico, tranquiliza al paciente en cuanto a su pro-nóstico y propone el tratamiento. Es cierto que todo esto pudiera ser dicho por una palabra escrita y anónima,pero quedaría desprovista de su acción persuasiva, convincente, irradiada de la propia personalidad del Médico.De aquí a la psicoterapia verbal hay un solo paso.

IX

Y, por último, la palabra en la relación del profesor con el alumno.¿Cómo deberá ser la palabra del que enseña? Si el hombre tiene «una misión de claridad sobre la tierra» (OR-TEGA) no cabe duda que esta exigencia es máxima en el docente.Su palabra deberá ser clara, en cuanto que no se preste a confusión, adecuada al concepto que desea expresaro a la cosa que quiere nombrar, convincente, en tanto que utiliza un razonamiento dialéctico (logos dialéctico)para convencer. En esta función dialéctica cumple una misión radical el pensamiento figurativo, es decir, la uti-lización del esquema expositivo, que debe comportarse como los pilares de toda la disertación docente.¿Ha de ser persuasiva la palabra del docente? Debe de serlo en cuanto que utiliza recursos retóricos para ayudara captar sus razonamientos ; no lo será en el sentido de que el que enseña ponga por fin primario de su misiónla simple persuasión retórica ; todo, menos que el lenguaje docente se desborde por el camino de la retórica,quedando ocultas en el barroquismo de la expresión que arrebata, pero no convence, las que deben ser las líneasmaestras del razonamiento y la expresión.Pero las palabras sufren, de modo semejante a los hombres, una especie de usura y cansancio y, por ello, seponen y pasan de moda ; hoy lo están por ejemplo, las palabras estructura, función, impacto, masificación, etc.Si a ello se añade que la imagen del mundo científico está en continua expansión, sucede que esta imagen, enlos distintos campos científicos, se sustrae cada vez más a la captación comunicativa de la palabra, resulta queel hombre y concretamente el docente científico, en nuestro caso, se haya empeñado en una lucha por la palabra(ZUCKERKANLD) en búsqueda angustiosa de la palabra adecuada, de la palabra justa que exprese el nuevo concepto.(Quede constancia de que esta lucha por la palabra no es exclusiva del científico sino que hace ya tiempo que co-menzó a plantearse en el decir poético y literario [recordemos el ULISES de JAMES JOYCE y la poesía de CÉSAR

VALLEJO como paradigmas de esta situación].)En esta lucha por la palabra adecuada el docente ha de recurrir a la ayuda que le puedan prestar la metáfora,la frase y el neologismo ; sobre estos medios, en manos del docente, deseo hacer algunas precisiones.Para ORTEGA, la metáfora es un instrumento mental imprescindible, una forma de pensamiento científico. Esevidente que necesitamos y utilizamos la metáfora para designar cosas que costaría mucho trabajo hacer com-prensibles a los demás. Pero, no hay que olvidar —como también hizo notar el propio ORTEGA— que la metáfo-ra desempeña en el decir científico un oficio suplente, mientras que en la poesía lo es constituyente.En la poesía se aprovecha la identidad parcial para postular —falsamente— su identidad total y precisamentela metáfora comienza a irradiar belleza allí donde su porción verdadera concluye. Así sucede cuando el poetaMIGUEL HERNÁNDEZ, en este caso, compara su pena con la negra y afilada figura de la garza :

«Garza es mi penaEsbelta y triste garza.»

En el lenguaje científico partimos de una supuesta identidad total, a sabiendas de que es falsa, para quedarnostan sólo con la porción verídica que incluye. Cuando digo que el tejido conjuntivo es el campo de batalla de lainflamación, hago referencia al hecho cierto de que en este tejido se desarrollan una serie de fenómenos que pue-den ser estimados como agresivos frente a otros primordialmente defensivos ; incluso prosiguiendo el lenguajemetafórico digo que los leucocitos y otras células muertas, constituyendo el pus, son las consecuencias o pérdi-das de esta lucha.No obstante, existen peligros por el abuso de la metáfora en el lenguaje docente científico, ya que a veces elpensamiento se polariza de manera excesiva en su búsqueda ; ésta deja de ser entonces un instrumento de ex-presión conceptual para convertirse en la finalidad de todo el decir del docente ; ello hace aparecer falsas metá-foras, metáforas monstruosas sin la mínima identidad exigible en el doble significado y sin valor expresivo.La frase, tal como la definió ORTEGA en su ensayo «Fraseología y Sinceridad», es una fórmula intelectual querebasa los límites de la realidad en ella aludida. «En la frase se redondea la realidad como se redondea una for-tuna. La frase no es una falsedad sino una falsificación.» La frase, en cuanto falsificación, está lejos de la preci-sión exigible al decir científico docente y, en este sentido, es una fórmula intelectual no recomendable.Por último, la lucha por la palabra en la expresión docente científica justifica —con limitaciones— la necesidaddel neologismo. LAÍN, en un artículo publicado en el año 1958, titulado ingeniosamente «Patología del lenguajemédico», se planteó el problema del abuso del neologismo en las publicaciones médicas.Para que el neologismo sea correcto y estimado como necesario, debe de evitar los siguientes errores :El pleonasmo, vicio que se comete cuando en el idioma existía ya otra palabra para decir lo que el neologis-mo deseaba expresar. La incorrección es evidente cuando la construcción del nuevo vocablo quebranta los bue-nos modos del lenguaje. La confusión existe cuando al neologismo falta claridad y la fealdad si atenta contra laeufonía.

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SAUERBRUCH. —EN EL AULA.

Por encima de todo, el lenguaje docente, palabra para el alumno, teniendo conciencia inmediata de su radicalmisión, la enseñanza, debe de esforzarse por no convertirse en campo lingüístico insondable, en pretexto paraun juego de piruetas con los vocablos.Este peligro, no sólo se encuentra en el lenguaje médico, sino en otros campos científicos. Un ejemplo de esteproblema, lleno de ironía, lo encontramos en la reciente noticia de que, una Universidad norteamericana hayaencargado la traducción al inglés de textos de sociología escritos... en inglés.No cabe duda de que esta palabra docente necesita ser dicha a través de un temperamento, transparentar unapersonalidad, un estilo.Por ello, el Profesor Universitario debe, con palabras de MALRAUX, «aprender a hablar con su propia voz».Sobre este tema inmenso, el tema del hombre, yo quisiera haber realizado al menos una acción socrática, es de-cir, haber ayudado a partear, a sugerir intranquilidad, curiosidad, inquietud ; haberles dado temas de pensamientoy meditación. Y en nuestro tiempo, tiempo lleno de ruido y de furia, ello es realmente importante. Es pobreel hombre que no tiene tiempo para pensar ; se queda en el ajetreo de lo rutinario, entontecido, prisionero de lopequeño y humillado, incapaz de estar solo.Esta soledad que pide el ejercicio del pensamiento y la meditación, es la que le ha permitido escuchar en lo altode la montaña a la PALABRA, con mayúsculas, y sentir a veces sobre sus hombros angustiados la MANO desu Creador.

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